-
Mereces un castigo
Fecha: 26/02/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... Aquí es. Vamos a ver si encontramos algo para ti. —le sonreí. La tienda la regentaba una chica joven. Era alta y vestía una falda de tul muy amplia. Encima llevaba un corpiño que parecía a punto de dejarla sin respiración. El corpiño levantaba un par de tetas que asomaban generosas a punto de desbordarse fuera de la prenda. Tenía el pelo negro rizado y la cara con apenas un toque de colorete y los labios y los ojos pintados en negro. —Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarles? —saludó sonriente en cuanto entramos. —Verás —expliqué—. Estamos buscando algo para mi… putita. Un poco de ropa y algo para castigarla cuando se porte mal. ¿Me explico? —A la perfección, caballero. Síganme, por favor —sonrió ella echando a andar meneando exageradamente las caderas. La seguimos por la tienda hasta el fondo. A un lado del pasillo había una gran variedad de prendas colgadas en sus perchas. Al otro un montón de artículos de sado-maso. —Espero que aquí encuentren lo que buscan —dijo sonriente antes de dejarnos solos—. Ahí tienen los probadores. —Bien —dije abriendo los brazos—. ¿Ves algo que te guste? Bea se deleitó mirándolo todo. Parecía deseosa de probar cada fusta, cada látigo, cada dildo. Mientas ella elegía una fusta yo miré un par de prendas. Vi un uniforme de chacha que me pareció divertido. —Anda. Pruébate esto —le dije alargándole la percha. Ella entró en el probador ansiosa. Cuando abrió la puerta me quedé sin aliento. El corpiño levantaba sus tetas ...
... mostrando un escote por el que parecían a punto de escapar. La falda no llegaba a tapar del todo su culo y por delante a duras penas escondía su sexo. Verla así me provocó una erección de caballo. —¡Joder! —exclamé—. Estás para follarte aquí mismo. —¿Te gusta, amo? —preguntó girando sobre si misma para mostrarme el conjunto. —Ya te digo. Si te gusta a ti. nos lo llevamos. Su respuesta fue colgarse de mi cuello para besarme. No hacía falta ser muy listo para ver que eso era un sí. Me llamó la atención una especie de corpiño hecho con tiras de cuero negro que exhibía un maniquí. En realidad no tapaba nada. Simplemente agarraba el cuerpo de tal forma que comprimía el pecho empujando los pezones hacia delante para exponerlos al castigo. Es resto de correas disponían de argollas para poder inmovilizar a la presa a placer dejando sus agujeros a disposición del verdugo. Decidí llevarlo también. La compra se completó con un par de fustas elegidas por Bea, unas pinzas para los pezones unidas por una cadena y un par de dildos. Tras revisar una vez más el muestrario nos dirigimos a pagar. La encargada de la tienda elogió nuestra elección mientras evaluaba con la mirada a Bea. —Parece que te lo vas a pasar de miedo —le dijo sonriendo con picardía. —Estoy chorreando solo de pensarlo —reconoció Bea levantando un poco la falda para mostrar su coño. Era verdad. Sus muslos brillaban de la humedad. No me pude resistir y pasé mis dedos por la raja antes de llevarlos a la boca ...