1. Mereces un castigo


    Fecha: 26/02/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... sé. Pero aun así me gustaría.
    
    —¿Y qué estarías dispuesta a hacer?
    
    —Lo que tú me pidas —su voz decía que esperaba el milagro.
    
    —¿Cualquier cosa?
    
    —Lo que sea —aseguró mirando al suelo pero decidida.
    
    —No te voy a pedir nada. Te lo voy a ordenar —amenacé para ver hasta donde estaba dispuesta a llegar.
    
    —Incluso así.
    
    La vi tan decidida que estuve tentado a perdonarla. Pero necesitaba saber si de verdad era sincera. Me puse en pie.
    
    —Deja la maleta y ven conmigo —dije entrando en la cocina.
    
    Me detuve junto a la encimera esperándola. Enseguida apareció enjuagándose las lágrimas. Encendí la cocina. Al instante el cristal de la vitro se puso al rojo vivo.
    
    —Pon ahí la mano —ordené.
    
    Me miró solo un instante. No vi odio en su mirada. Ni siquiera reproche por pedirle algo tan loco y salvaje. Bajando la mirada pero sin dudarlo adelantó el brazo dispuesta a poner la mano sobre el abrasador cristal mientras sus ojos volvían a llorar. Creí que iba a dudar o pedirme que le pusiese otra prueba, pero lo hizo tan decidida que casi no pude detenerla a tiempo. Agarré su mano y sentí como aun así seguía intentando hacerlo.
    
    —Está bien —la tranquilicé—. No es necesario. No soy tan malnacido.
    
    —Gracias —dijo bajando la mirada, aliviada.
    
    —Pero no creas que las cosas volverán a ser como antes. Después de descubrir tu verdadera personalidad creo que te voy a hacer muy feliz. Pero que muy feliz. Ven conmigo —ordené apagando la cocina. Algo malvado empezaba a nacer ...
    ... dentro de mí. Y me daba miedo.
    
    Volví al salón y me senté. Ella iba a hacer lo propio en el sillón de enfrente.
    
    —No. Los animales no se suben a los sillones. Y tú eres una perra. ¿Está claro?
    
    —Sí —dijo mirando al suelo.
    
    —Sí, amo. A partir de ahora Nesto murió. Ahora soy el Amo. Y así te dirigirás a mi. ¿Queda claro?
    
    —Sí, amo.
    
    —Muy bien. Los animales no usan ropas. Desnúdate.
    
    Obedeció inmediatamente. No intentó que resultase sugerente. Simplemente se desnudó como si fuese a darse una ducha. Cuando su cuerpo quedó totalmente desnudo intentó cubrir su sexo con las manos cruzadas delante.
    
    —Las manos en los costados. No tienes necesidad de ocultar nada. No tienes derecho a ocultarme nada. Aquí solo estamos tú y yo. Así que a partir de ahora estarás siempre así en casa. La ropa solo la usarás para salir o si llama alguien a la puerta. Y mañana quiero ese coño sin un solo pelo. ¿Entendido?
    
    —Sí, amo.
    
    —Así me gusta, buena perra. Creo que tendré que ir a una tienda de animales para comprar unas chuches para darte tu premio cuando lo merezcas.
    
    Me oía hablar y yo mismo no me reconocía. El día anterior yo era un tipo cariñoso que solo tenía palabras dulces para su mujer y ahora era un animal que la trataba como a un trapo. Peor que a un trapo. La humillaba y la denigraba y lo hacía a sabiendas. Y aunque me sentía mal por ello, me gustaba esa sensación. Así era como debían sentirse los señores feudales o los reyes de la antigüedad. En aquella casa yo era un ...
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