-
Mereces un castigo
Fecha: 26/02/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... dios. —Ven aquí y lame mis pies. Una perra debe estar contenta de recibir a su dueño en casa. Sin dudarlo, Bea se puso de rodillas y se acercó hasta mí. Inmediatamente comenzó a lamer mis zapatos. Aquello tenía que resultarle asqueroso, pero aun así lo hizo sin dudar. —Vale. Ya está bien —dije al cabo de un minuto. No me quedaba duda de que lo haría durante todo el día si no le ordenaba detenerse. Cuando paró se abrazó a mis piernas mientras me daba las gracias y me pedía perdón por el daño que me había hecho. La aparté bruscamente. —¿Quién te ha dado permiso para hacer eso? Mereces un castigo —le dije. Ella, avergonzada, bajó la cabeza, sumisa. La llevé agarrada por el pelo hasta la mesa de comedor que había detrás del sofá. Allí la obligué a echarse sobre la mesa apoyando sus tetas en el tablero mientras dejaba su culo expuesto. Saqué el cinturón dispuesto a castigarla. Esperé unos segundos mientras calculaba la fuerza que emplearía en al castigo. Tampoco pretendía lastimarla. Al menos no demasiado. Vi que su respiración de aceleraba esperando el primer golpe. Levanté el brazo y descargué la correa sobre sus nalgas que se estremecieron ante el castigo. De su boca salió un gemido que no tuve muy claro si era de dolor o de placer. Volví a golpear, esta vez un poco más fuerte. Su gemido fue más intenso esta vez. Sus puños estaban crispados aguantando el dolor. Volví a golpear aumentando la fuerza un poco más. Esta vez salió un grito de su garganta. —¿Te ...
... gusta, zorra? —Sí, amo. —¿Quieres más? —Sí, amo —su respiración era entrecortada. Seguí golpeando su culo que pronto comenzó ponerse rojo por las marcas que el cinturón dejaba en su suave piel. Miré su vagina y vi que estaba encharcada. Pues resultaba que sí le gustaban los golpes. Seguí golpeando espaciando los golpes para que no supiese cuando llegarían. Su respiración era cada vez más agitada. —¿Eres capaz de correrte solo con golpearte? —No lo sé, amo. Nunca he probado. —¿Te gustaría probar? —Me encantaría, amo. Yo estaba como un burro. Dudé si complacerla. Como siguiese un poco más acabaría levantándole la piel y tampoco quería herirla así que opté por parar. Me saqué el rabo y lo metí de un solo empujón en su húmedo coño que estaba tan mojado que no opuso resistencia a mi avance. Ese movimiento la pilló por sorpresa y no pudo evitar un grito de sorpresa que se transformó enseguida en gemidos de placer. La follé como un animal. De vez en cuando le daba una sonora palmada en las enrojecidas nalgas consiguiendo arrancarle nuevos gritos de dolor. La follé como un loco. Como si ella no estuviese allí. En realidad me estaba masturbando usando su cuerpo. Cuando estaba a punto de correrme la tomé por el pelo y la obligué ponerse de rodillas ante mí. —Abre la boca —ordené. Ella obedeció al instante. Unos segundos después estaba vaciando mis huevos en su boca, en su cara, dejándola perdida de lefa hasta que no quedó nada dentro. No le había ...