El profe (capítulo 5. Final)
Fecha: 27/02/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: Jcasf, Fuente: CuentoRelatos
... ella se sonó los “mocos” y caímos en una ligera siesta para recuperarnos. Luego le conté mi plan, le pedí detalles vitales e hice una llamada.
Con el corazón latiéndome a mil abrí la puerta e ingresé al local. Era un restaurante – café de barrio, no lujoso, ni llamativo. Caminé decidido hacia el tipejo, que solía reunirse con sus amigos en ese espacio poco transitado, él no era el típico villano de teleserie, sino que era un flacucho atrevido pero muy hábil y escurridizo, y yo solo necesitaba hacerlo salir de ahí, y ganar algo de tiempo. Solo eso.
En la quinta mesa estaba él, mirando su celular, siempre de cara hacia la puerta, buen lugar para cosas ilegales. Avancé hacia él y lo encaré.
—Así que te gusta golpear mujeres ¿no? Idiota —le dije, con tono amenazador, casi gritándole.
—¿Qué pinche pendejo? ¿Eres el padre de Daniela? ¡mejor lárgate abuelo! —respondió, poniéndose de pie, mirando hacia los lados, comprobando que estaba solo.
—Intenta golpear también a este abuelo, escuálido marica —lo reté, tirándole su silla al suelo.
—¿Cuál escuálido? —me dijo, empujándome— ¿Cuál marica? Te voy a partir la cara pendejo —seguía empujándome.
—Ramiro ¿necesitas ayuda? —se paró un sujeto saliendo en su ayuda.
—Eso confirma que eres un marica hijoeputa —dije retrocediendo, sin alejarme tanto como para desanimarlo, avanzó un par de pasos hacia mí, pero se detuvo.
—¡naa! ¡di lo que quieras abuelo! ¡solo lárgate que estoy ocupado! —sentenció, girándose a ...
... buscar su silla nuevamente.
Pensé rápido en qué podía hacer, no debía darle el primer golpe, pero tampoco quería que se me escapara la oportunidad de armar un alboroto y poder cumplir mi cometido, y se me ocurrió lo que a cualquier hombre le dolería.
—¡Por eso Daniela dice que la tienes chiquita! ¡ahora todo tiene sentido amiguito! —no fue necesario anda más, echó a correr hacia mí, y tuve que salir esquivando cuanto golpe pude hacia la calle.
Afuera lo encaré, pero tras él había un par de sujetos que no sabían si entrometerse o no. Debieron haber decidido esperar a ver como se desenvolvía la pelea, así que se quedaron al margen.
Y la cosa no fue tan bien, pues él era tan flaco cono nervudo y muy rápido, le conecté dos golpes que lo hicieron trastabillar, pero también yo recibí lo mío, y en mayor medida fueron golpes bien dados; entonces, vi cómo se encendían las luces de un determinado carro, recibí un fuerte golpe en el pómulo y lejos de alejarme lo abracé por la cintura, lo presioné cuanto pude para evitar que se soltara. Se sorprendió al principio, pero cuando escuchó las sirenas acercarse pareció desesperarse. Y yo no lo solté, pese a los codazos y rodillazos que recibía, por mucho que insultase, aguanté, sintiendo fuego en mi abdomen, igualmente me obligué a mantener la fuerza de mis brazos. Sus amigos se esfumaron del lugar dejándolo solo hasta que llegaron los policías y lo tuvieron bien agarrado, allí me permití liberar a mi presa.
—¡Mierda! ¡Llamen a un ...