Humillando a mi sumiso con una manada
Fecha: 13/03/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: DominAma, Fuente: CuentoRelatos
... parecía genial, pero sabías perfectamente que me estaba mordiendo el orgullo. Odiaba no tener el control de tu día a día. Sabía que muchos chicos se quedaban mirándote por la calle, o en los bares… pero que se te insinuaran descaradamente, me sacaba de mis casillas. Y tú, aprovechabas cada ocasión para recordarme que eras tú la que tenía el mando, pero que a la vez, era tuya y de nadie más. Suspiré y traté de recomponerme lo mejor que pude, pero me di cuenta que tu juego de presión estaba empezando.
En un momento dado, después de haber tomado el café, miraste el reloj y exclamaste:
“¡Pedro! Son casi las 4:30 y seguimos aquí de charla. Paga y vámonos. He quedado con la propietaria del apartamento. Por suerte está a menos de cinco minutos de aquí. ¿Trajiste la bolsa negra, verdad?”
Saqué la bolsa de debajo de mi silla y sonriendo, me soltaste un “buena chica” que no pasó desapercibido para el camarero, que se acercaba con el datáfono para pagar. Te sonrió y tú le sostuviste la mirada, mientras con la otra mano, metías tus dedos hasta el fondo de mi garganta. El pobre camarero no sabía dónde meterse, y yo sonreía medio avergonzado. Eres increíble. Me vuelves completamente loco. Nos levantamos de la mesa y fuimos dando un paseo, cogidos de la mano hasta la dirección que sólo tú conocías.
En la puerta nos esperaba María, una señora con el pelo gris de unos 60 años, que nos acompañó a la casa y, mientras nos hacía la visita guiada, curioseó un poco de dónde éramos, a ...
... qué habíamos ido a Madrid y todo ese tipo de cosas. Fuiste tú quién tomó el mando y le contaste unas mentiras piadosas diciéndole que éramos gallegos y que habíamos venido a pasar unos días en Madrid, pero que había habido un error con el hotel, y necesitábamos donde quedarnos un día. María no pareció muy convencida, quizás al no ver maletas, sino una bolsa negra pequeña por todo el equipaje, pero después de decirnos cómo manejarnos en la casa, se despidió de nosotros y se fue.
Dejaste pasar un rato hasta escuchar el sonido del ascensor, y dirigiéndote a mí, dijiste:
“Cariño. Quiero que retires muebles del salón y que hagas espacio suficiente para colocar cinco sillas en círculo. Quiero que sea un círculo amplio. Voy a darme una ducha. Cuando termines y el salón esté como te he pedido, ven al baño”.
Saliste del amplio salón, y yo me puse a mover el sofá, una mesa grande que había y alguna otra cosa para que en el centro estuviera todo dispuesto como habías ordenado. No entendía muy bien lo de las sillas, pero me limité a obedecer tus órdenes. Al terminar me dirigí a la ducha. Tú seguías dentro y te pedí permiso para ducharme contigo.
“Pasa, mi amor. Vamos a disfrutar de un ratito juntos antes de que lo pases un poquito mal para mí, ¿vale preciosa?”
Contesté que sí y nos besamos como si fuera a acabarse el mundo. Mientras lo hacíamos, nuestras manos exploraban ansiosas el cuerpo del otro. Me encantaba ducharme contigo, pero cuando lo hacíamos juntos antes de una ...