Costa del Sol
Fecha: 04/08/2017,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
... un esplendoroso domingo de esta tierra magnífica, de esta Costa del Sol, cuando regresamos a casa escoltadas, en su coche, por los dos amables policías que nos habían parado cuando Alexandra todavía tenía introducidos sus dedos corazón e índice en mi coño, no habiendo podido evitar yo dar unos cuantos volantazos, al venirme un orgasmo repentino.
Nos bajamos los cuatro a la vez después de aparcar. Estaba claro que esos dos querían algo más que darnos protección. Alexandra se acercó a uno de ellos, creo que se llamaba Sergio, porque estuve atenta a sus conversaciones; el otro, Alfredo: el que me ha follado hace cosa de una hora.
Vi que Alexandra hablaba bajito algo con el tal Sergio, y como se dirigían hasta la zona más oculta del jardín, tras una crecida buganvilla adherida a un muro, tras cuyo tronco se adivinaba un espacio amplio, acolchado por flores y hojas secas, en el que se podía practicar algo de sexo con cierta intimidad; conociendo a Alexandra, no sería de extrañar que se deleitara dejándose penetrar, primero por la boca, luego por el coño, para terminar con el culo lleno de semen; yo no lo tenía tan claro. De todas maneras, por cortesía, invité a Alfredo a subir al piso.
Entramos y tuve que tumbarme en el sofá, ya que me encontraba cansada. Alfredo se quedó de pie, mirándome. Yo iba vestida con unos pantalones cortos por encima de las rodillas, una blusa ancha sin remeter y unas sandalias de suela baja con dos breves tiras: una que sujetaba mi dedo pulgar; ...
... la otra, el talón. "Tómate lo que quieras, oye, en la cocina, en la nevera hay...; "Me llamo Alfredo, Sofía"; "¡Cómo!", exclamé; "Que me llamo Alfredo". Dicho esto, pasó sus fuertes brazos entre el sofá y mi cuerpo y me llevó en volandas al dormitorio, depositándome suavemente sobre el colchón. Entrecerré mis ojos, y oí con claridad el roce y los crujidos de su uniforme al caer sobre el respaldo de una silla. "Se ha desnudado", pensé. "Alfredo, si quieres te la chupo, pero no tengo ganas de..."; "No vas a hacer nada, mi reina, sólo déjate ir". Alfredo desabrochó mi blusa y me la quitó; mis tetas quedaron sin sujeción, y él me las estuvo chupando, como una gran bola de helado que estuviese a punto de caerse del hueco de un cucurucho; luego, desanudó mi cinto y sacó mis pantaloncitos y mis braguitas por los pies; se arrodilló entre mis muslos y puso su boca en mi coño para sorberlo y lamerlo: irguiéndome unos centímetros, podía ver su coronilla subiendo y bajando sobre mi regazo: le sujeté la cabeza por la nuca, no se me escapara. "Ooh, ooh, ooh, Alfredo, ay, ah, no pares, ooh." Mi orgasmo culminó con un alarido selvático: "Aaaaahhh, aaaaahhh".
"Mi turno", dijo Alfredo, y se subió sobre mi. Su polla entre mis muslos buscaba mi calor, mi cofre, y lo encontró. Rugió Alfredo al meterse en mí, "Ouugghh", y comenzó a follarme. Alfredo abundaba en sus caricias: mi cabello, mi cuello, mi cintura, mis muslos, me acariciaba mientras metía y sacaba su polla; me besaba: los labios, las ...