1. Mis odiosas hijastras (14)


    Fecha: 28/03/2025, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... primera falange se le metió en el culo.
    
    Entonces, sintiéndome autorizado a hacerle cualquier cosa que yo quisiera, le enterré otros tantos centímetros. Valu gimió. De hecho, desde que había metido la cabeza debajo de su pollera no había dejado de gemir. Pero ahora que los masajes linguales eran acompañados por los movimientos de ese dedo invasor que entraba y salía una y otra vez de su orto para hundirse cada vez un poquito más, el gemido fue mucho más intenso. Casi como si hubiera olvidado (o hubiera dejado de importarle) que alguien nos podría estar escuchando mientras estábamos haciendo nuestras chanchadas al aire libre. Aunque supongo que en realidad eso nunca le preocupó.
    
    Igual no podía meterle el dedo al completo, ya que la posición en la que estaba no era la más cómoda para hacerlo. Pero de todas formas todo resultaba exquisito. Sentía la calidez de ese pequeño hueco en el índice, y la presión que ejercía el ano en él, ya que parecía querer cerrarse para atraparlo y no dejarlo salir.
    
    De repente Valu empezó a hacer movimientos pélvicos, mientras me acariciaba la cabeza. Eran movimientos cada vez más vehementes, y enseguida dejó de acariciarme la cabeza, para tironearme una vez más del cabello. Me imaginaba a qué se debía que se pusiera más agresiva. Ya estaba alcanzando el clímax. La pendeja en cualquier momento se venía.
    
    Y no estaba muy errado. Porque al cabo de pocos minutos apoyó su trasero nuevamente en la pileta, para no caerse en caso de que perdiera ...
    ... el equilibrio. Tuve que sacar el dedo con el que la estaba escarbando, porque si no, me lo iba a terminar aplastando con semejante culo. Pero seguí con mi persistente lengua. Valu cerró sus muslos en mi rostro nuevamente, pero esta vez le imprimió una fuerza con la que podía lastimarme si lo hacía durante más tiempo del conveniente. Pero igual no me quejé. Tampoco es que podía hacerlo. Estaba apresado con esa fuerza de tenaza con la que me apretaba, y ahora a duras penas podía alcanzar a chuparla. Sentí en mi propia piel cómo su cuerpo se tensaba. Valu me arrancó los pelos de manera impiadosa. Me hizo doler, pero seguí a sus pies, en cuclillas, esperando a que acabe. Después de eso, la pendeja nunca más podría decirme que yo acostumbraba a dejarla caliente. A los hombres no solía gustarnos practicar sexo oral, pero yo se lo haría cada vez que quisiera.
    
    Ahora Valu frotaba su concha en mi geta con alevosía. Era igual de ruda a como yo lo había sido más de una vez con alguna mujer que me había parecido sumisa. La escuché largar un gemido reprimido. Imaginé que tanta violencia física era para poder ahogar el grito que en ese momento le podría producir el placer que estaba sintiendo. Me pareció que su orgasmo era demasiado extenso. No paraba de restregar su sexo en mi rostro, a la vez que todo su cuerpo parecía presa de temblores incontrolables. De a poquito fue disminuyendo la fuerza que imprimía en sus muslos, y me iba soltando el cabello, milímetro a milímetro.
    
    Finalmente ...
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