Cierra la puerta
Fecha: 02/04/2025,
Categorías:
Gays
Autor: superrapado, Fuente: CuentoRelatos
... podía terminar de una manera”
Santos guardó silencio y aflojó su presa sobre mi cuello.
“¿Os corríais?” me atreví a preguntar. “Yo sobre él, rozando mi picha en su vientre. Y no paraba hasta “mearle” y que él también lo hiciera. Rato y rato. Pese al ruido de los muelles. Sí, rato y rato”
La historia con el hermano, sugerente y escondida, me había excitado mucho. Y discurrí de qué manera aprovecharla para nuestro placer.
Mientras, me embriagaba con el aroma de la transpiración de Santos cargada de hormonas de hombre.
Tomé la iniciativa.
“¿Quieres desnudarme? Deseo comprobar si tu hermano tenía razón o no”
Me costaba hablar. Las palabras eran complicadas en esa habitación con una única ventana condenada.
Me levanté y esperé.
Al poco, sus manos de tacto calloso tocaron mi cara. Se conducía como un ciego que desea conocer el contorno de un rostro. Exploró mis orejas, mis ojos, mi nariz, mi cráneo rasurado, mi cuello, mi mentón afeitado y mis labios... En estos se detuvo y los abrió despacio con los pulgares. Se entretuvo en ellos y después entró en mi boca y sobre mi lengua. Así me llegó el primer sabor de su cuerpo, por sus pulgares que chupé con agrado.
El rito nos llevó largos minutos.
No es que no tuviese unas ganas locas de abrazarme a él. Las tenía y muchas. Pero no se trataba de consumar nada. Se trataba de la búsqueda de unas sensaciones mucho más básicas.
Cuando lo estimó, desabrochó otro botón de mi camisa. Después deslizó los ...
... dedos por el fragmento que quedó al desnudo de mi pecho y buscó mis pezones. Los repasaba lenta y cuidadosamente provocándome gratas y excitantes sensaciones.
Después, siguió desabotonando tranquilo y jugando con las yemas de sus dedos sobre mi carne.
“¿Lo hago bien?” -me preguntó pasados unos minutos.
“Si tu hermano se perdió estas caricias, lo siento por él”
“Lo he desnudao así un millón de veces... en el pensamiento”
No dijo más.
Situado tras de mí, me pinzó los pezones. Una vez y otra. Y otra, y otra más...
Mi placer se expandía por regueros que yo ni sabía que existieran. La única vivencia del tacto, sus palabras y el viciado aroma de aquel habitáculo, convertía la experiencia en un canto a lo inhabitual.
Me bajó la cremallera del pantalón, que cayó hasta mis rodillas, y acarició mis muslos, primero con las yemas de los dedos, después con las uñas en el límite del arañazo.
Mi espalda se pegó a su cuerpo, mis nalgas se juntaron con sus caderas. Solo el calzoncillo me abrigaba de una desnudez completa.
En tal acercamiento, noté con claridad su excitación.
Me di cuenta que se estaba quitando la camiseta y al poco estuve en contacto con su pecho velludo.
Me atreví a llevar mis manos hasta la cintura del pantalón de algodón con el que me había recibido y descenderlos. Sus muslos potentes se juntaron con los míos y me sentí reconfortado.
Permanecimos un tiempo de esa manera, apretados uno contra otro. En aquella habitación sin ventilación, ...