Cierra la puerta
Fecha: 02/04/2025,
Categorías:
Gays
Autor: superrapado, Fuente: CuentoRelatos
... transpirábamos sobremanera.
Le tomé un brazo y lamí la piel degustando el sabor salado y especial del sudor.
“Estás empapado” -le dije.
“Tú también”
Hizo un movimiento que no entendí porque le llevó a separarse de mi cuerpo.
Y de repente tuve algo contra la cara, como si me quisiera asfixiar. La angustia desplazó en un segundo a todo el placer. El miedo se adueñó de mi conciencia e intenté zafarme como pude. Pero Santos me asió con fuerza y aumentó la presión sobre mi rostro con aquello con lo que me sofocaba.
“Tranquilo, tranquilo. Y respira. Solo respira” dijo sin perder la calma.
Atrapado, no me quedó más remedio que seguir sus instrucciones.
Eso con lo que me tapaba boca y nariz, olía a orines, a sudor de sexo...
Y comprendí: eran sus calzoncillos. Me los había puesto en la cara, tal como su hermano hacía con él.
Los ojos se me llenaron de unas lágrimas que no sé si fueron de alivio tras el susto vivido.
Ya más relajado, caí en la cuenta de que su sexo endurecido se hincaba contra una de mis nalgas.
Además, Santos unió su rostro al mío para aspirar él también los aromas de su prenda interior.
Y muy despacio, con los rostros de ambos ocultos bajo esa peculiar máscara, juntó sus labios con los míos, abrió mi boca con su lengua y entró en mí transmitiéndome su sabor de macho en celo.
Después de aquel primer beso, se separó y oí crujir los muelles del jergón del viejo camastro.
“Ven, acuéstate”
Alcancé el lecho y en él me tumbé ...
... acompañado de un concierto de ruidos metálicos. El colchón no era de lana sino de algún tipo de material de otra época que desprendía un olor vegetal parecido al corcho.
Las manos de Santos me acogieron y fueron bajando desde mi pecho hasta la cintura. Así descubrió que aún tenía los calzoncillos puestos.
“¿Pa qué te dejas los calzoncillos?” -dijo con vivacidad, casi con violencia.
Me asusté otra vez con su repentino cambio de humor.
“Eres tú quien me los tenía que quitar” -solté en mi defensa.
Los agarró por el elástico y tiró hasta desgarrarlos y me tomó del cuello como ya me había apresado minutos antes.
“Ahora te voy a mear”
Se tumbó encima de mí, pecho contra pecho, vientre contra vientre y sexo contra sexo.
Mi corazón latía a toda prisa, alimentado de sustos y excitación. Y mi cuerpo entero temblaba.
“Te voy a mear, Ginés”
Mi nombre sonó por vez primera en sus labios. Y me pareció extraño, ajeno a mí. Estuve a punto de decirle “¿Quién es ese Ginés?”
Pero en lugar de eso, me aferré a su cintura con fuerza y le dije: “Eres un guarro que se mea en la cama”
Se quedó quieto, sin soltarme.
“Repítelo”
“Eres un guarro que se mea en la cama. Y si me meas, yo también te mearé”
Me tomó la cara con una mano y al momento me plantó un beso intenso y crudo, invasivo y visceral. Y sus caderas se movieron rítmicas contra las mías, y su sexo me pringaba el vientre y mi propio sexo con la humedad que vertía.
El jergón chirriaba y chirriaba. ...