Polvos demasiado caros
Fecha: 02/05/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos
... encontrarte y me preocupé”.
- “Ahora hablamos otro idioma, cuando iba a comprar comida me encontré con un amigo y decidimos cenar juntos, tomando después alguna copa. Luego, mientras regresaba, tomé conciencia del tiempo que llevamos sin tener sexo. Por si acaso la rutina fue culpable hoy podemos romperla con algo nuevo, me hacés una buena mamada tomando toda la corrida y luego te doy por la colita”.
- “Estás loco, yo no hago eso”.
- “Qué lástima, un fracaso intentando componer la cosa”.
- “Si te hago una pregunta, me vas a contestar con sinceridad?”
- “En el tiempo que llevamos juntos siempre hemos sido sinceros el uno con el otro. No veo razón para cambiar. Escucho la pregunta”.
- “Me estás siguiendo?”
- “No es correcto responder con otra pregunta pero es lo que me surge. ¿Hay alguna razón para que tenga que seguirte?”
- “Ninguna”.
- “Entonces quedate tranquila, no te estoy siguiendo. De todos modos, si en un rapto de locura me diera por hacerlo, tu conducta irreprochable sería una manera de vengarte. Me harías sentir como un estúpido desequilibrado”.
Decidido a continuar el acoso me acosté como de costumbre y, al arrimarme simulé olerla.
- “Qué es ese olor que tenés y que me repugna? Parece la saliva de alguien con mal aliento”.
- “Estás alucinando”.
- “Puede ser, pero lo siento, y seguro la ropa de cama ya está impregnada. Levantate y cambiá sábanas y fundas”.
- “Ni pienso”.
- “Ya sé, te gustó la presión en el cuello, ...
... ahora lo vas a hacer sintiendo mi mano como tenaza. Si frenás te aplasto la tráquea”.
Por supuesto que la amenaza surtió efecto y, llorando, lo hizo. Al ver que intentaba acostarse nuevamente reanudé el ataque.
- “Ni se te ocurra meterte a la cama con ese olor. Si no te bañás bien, dormís en la otra pieza”.
Cuando salió de la ducha se acostó mirando para el otro lado lo que aproveché para dar la última estocada.
- “Mantenete alejada, no sea que te quede algo y me hagás vomitar”.
Así pasaron algunos días, siempre perseverando en la presión y a la espera del momento propicio para dar el corte definitivo.
Una mañana en el trabajo, mirando en la pantalla lo que mostraban las dos cámaras de mi interés, veo que ingresa al cubículo del conquistador, Claudia, compañera de trabajo y amiga cercana de mi mujer. Tan cercana y amiga que también compartía los favores de su jefe como había podido apreciar en otros momentos de observación. En esta oportunidad, él quería cogerla y ella le decía que no pues le había venido la regla. Entonces este mariscal de la pija adoptó una resolución que me vino como anillo al dedo.
- “Decile a la otra puta que venga”.
La emisaria salió a cumplir el encargo con una sonrisa de oreja a oreja y, al llegar al lado de mi señora, sin importar que alguien pudiera verla, señaló con un dedo el despacho de su superior para después completar el mensaje con el puño cerrado moviéndose en vaivén. Por supuesto que la recién llamada concurrió de ...