La sumisa definitiva
Fecha: 06/05/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Giani7, Fuente: CuentoRelatos
... Paradas que suponían un infierno momentáneo, pero que implicaban un clímax digno de otra galaxia.
No sé cuántas veces llego a eyacular, pero ver a alguien de esa manera, retorcida de placer, entregada por completo... no hay mayor placer. Así que una vez que se atisbaba el final, que la excitación mía era también máxima, procedí a culminar con un encuentro frente a frente que dibujase la esencia de la noche. Pasamontañas fuera, mordaza fuera. El glande a punto de estallar, rozando la entrada de su lugar secreto. Sus caderas empujando con la intención de sentir dentro a la persona que más placer ha logrado en ti nunca. Empecé a entrar, lentamente, sintiendo el calor de sus paredes invadiéndome, y una vez dentro me recosté sobre ella. Comenzó un bombeo agresivo, acompañado de mis ojos mirándola de forma fija como hacíamos horas antes con una copa de vino en la mano. Mi mano derecha sobre su garganta y la izquierda agarrándole el pelo, mientras nos fundíamos en besos interminables, que solo se interrumpían por mi lengua lamiendo toda su cara, mordiendo cada rincón de su cuello. Una corrida con un final exhausto, tumbados uno al lado de otro. Ella, inamovible, todavía atada, luchando por recuperar las fuerzas.
Ya desatada, y totalmente sometida, me pidió permiso para ...
... abrazarme. Fue un rato grande de cuidarse, de mimarse, de mirar por el bienestar de la persona que se había entregado a ti por completo, entregando incluso su seguridad e integridad. A veces, solo unas caricias hacen más que mil palabras. Fue vivir todo aquello que nunca antes había hecho, renunciar al sexo rápido, vacío, sin sentimiento... no se trata de buscar una relación, lo nuestro no lo era. Se trata de que te entregas por completo a alguien y ese alguien a ti, y esa confianza se ve reflejada. Se trata de la complicidad, de la química, no se reduce al amor. Esa persona, que antes dejaba que le follases la boca, ahora es tu mejor amiga, y eso has de cuidarlo. Una ducha juntos culmino esa complicidad. Ella, sumisa como nunca antes, decidió arrodillarse para darme una última mamada, exprimiendo las últimas gotas de mi ser. La noche terminó, los dos nos acostamos, abrazados, como dos amigos que se habían entregado al otro, que habían puesto de su parte para que la otra persona pudiese experimentar sus placeres, con la gran suerte de que ambos se complementaban.
No sé como terminará esto, qué nos deparará el futuro, pero lo que si supe desde el primer momento, es que era ella lo que faltaba, y que quizás me enseño ella más a mí, de lo que yo nunca le voy a enseñar a ella.