El mozo (Parte 3)
Fecha: 07/05/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: Bellota D I, Fuente: CuentoRelatos
... punto de explotar y no me hubiera perdido este momento para nada. A la altura del placer que me procuraba chupar, la eyaculación me fascinaba y me podía llevar al colmo de la excitación. Cuando mis amantes no se venían en mi boca o en mi concha, siempre contemplaba este brote con satisfacción antes apurarme de lamer su semen como una muerta de hambre. Pensando en el rico final de la paja que le hacía, volví a colocar un dedo previamente mojado entre sus nalgas, las levantó un poco para facilitarme el acceso. Agradecida por su colaboración, le escupí de nuevo en la verga y empecé a lamerle los huevos. Sus gemidos se volvieron más regulares, hasta cuadrar exactamente con las idas y venidas de mi mano. A medida que lamía, mi saliva chorreaba de sus bolas a su culo que se abrió poco a poco para volver a acoger una primera falange. La masturbación que le regalaba era regular y continua, mis lenguazos y mamadas la acompañaban. Era claro que le encantaba lo que le hacía, estaba listo para disfrutar algo más y parecía que ...
... sabía lo rico que era. Metí mi dedo más profundo, penetrando suavemente su más grande intimidad. Escuché el susurro de un “Ay, eso sí…”, cuando mi dedo entró casi por completo, y empecé a hacerlo ir y venir suavemente. Sentí que su verga se contraía y que su cuerpo se ponía tenso, anunciando el orgasmo. Aceleré mis movimientos y mis lenguazos se volvieron más apoyados. Retiré totalmente mi dedo de su agujero que se había vuelto bien acogedor y lo volví a penetrar, pero esta vez con dos dedos. Gimió más fuerte. Lo miré a los ojos con morbo.
—Sigue, sigue, voy a venirme… —me dijo, jadeando.
Presioné su verga más aún para satisfacerlo con unas idas y venidas rápidas y fuertes, mientras le mantenía mis dedos profundamente metidos en el culo. Sentí su goce subir a lo largo de su verga y abandoné sus bolas para que me brotara en la cara. Su ano se contrajo sobre mis dedos y se vino con un grito animal y ronco, mirándome a los ojos mientras recibía su leche en las mejillas y en mi boca abierta.
La tarde empezaba muy bien.