Mis odiosas hijastras (13)
Fecha: 10/06/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
Me quedé un rato parado en el umbral de la puerta, mirándola con cara de estúpido, sin saber qué decir. Sami me había dicho que me amaba. Estaba claro que no le podía decir que yo sentía lo mismo, porque no era cierto. La quería, de eso no tenía dudas. Me generaba una increíble ternura y un sentimiento de protección que hacía mucho no sentía por nadie. Una sentimiento que podría considerarse paternalista, si no fuera porque por momentos se mezclaba con una lujuria arrolladora que distorsionaba y pervertía el sentimiento original. Pero no la amaba.
—Nos vemos en un rato, en el almuerzo —dijo la pequeña rubiecita, desligándome de la obligación de responderle.
—Dale, nos vemos en un rato —respondí, y cerré la puerta lo más rápido que pude, como si al no hacerlo de esa manera corriera el riesgo de que alguna cosa que no pudiera controlar se escapara de la habitación.
Volví a la sala de estar, pero ninguna de las hermanas andaba por ahí, cosa que me generó cierta inquietud. ¿Estarían en sus dormitorios? En teoría las hostilidades habían quedado de lado, al menos de momento, hasta que terminásemos de definir cuál sería la medida que tomaríamos en contra de Mariel, pero ambas, sobre todo Valu, me producían desconfianza. Era increíble lo insensato que podía llegar a ser debido a la esperanza de tener un buen polvo. Pero en realidad, ya lo había tenido ¿cierto? Sami me había hecho un pete con bastante torpeza, pero con mucha dulzura y obediencia. Con eso debería bastarme. ...
... Ahora era oportuno escaparme, de una buena vez, de esa locura en la que me había enredado.
Rita ladró, precediendo el estallido de un trueno. Me encontraba en una situación surrealista, mezcla de película de terror con un filme pornográfico. Y eso me asustaba y fascinaba en partes iguales. Y ahora Sami me había dicho que me amaba. No podía irme de ahí después de que me hiciera una mamada para luego largarme esas palabras. Era muy chica, y ese repentino abandono podría herirla más de lo que me gustaría.
¡Mierda! Tenía que haber usado la cabeza. Al menos con Sami tenía que haberla usado. Era muy pequeña, y muy frágil. Y me amaba… Qué locura. Eso no tenía sentido. Seguramente no era más que un capricho adolescente, pero mientras no se le pasara el capricho, debía andarme con cuidado.
—¿Todo bien? —escuché decir a Valentina, de repente—. Digo… con Sami, ¿Todo bien?
—Todo lo bien que se pueda estar después de sacar un recuerdo tan feo como ese —dije yo, e inmediatamente me vino a la cabeza la imagen de mi verga introduciéndose en la boca de mi hijastra más pequeña. Vaya manera de consolarla, pensé para mí—. ¿Y Agos? —pregunté después.
—A ver —Valentina se revisó los bolsillos, como si la estuviera buscando ahí—. Acá no la tengo —dijo después. Pero enseguida su semblante cambió por uno en el que fingía seriedad —. ¿Tenés miedo de estar a solas conmigo? —preguntó, con voz melosa, dando pasos de pantera—. Ah no, cierto que la que debería tener miedo soy yo —se corrigió ...