1. Una luz en mitad del camino


    Fecha: 17/06/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    ... cadera se hicieron más contundentes.
    
    Apretaba y arañaba con saña las prietas nalgas de Benito intuyendo que su orgasmo estaba fraguándose, en ese sentido, sus manos buscaron su espalda y se agarraron a ella para recibir el clímax, un clímax que llegó como un tsunami de placer entre convulsiones y gemidos, arrastrando a Benito al suyo. Los rotundos embates pélvicos fueron perdiendo su vigor y con un último golpe de riñón culminó su orgasmo, quedando a continuación tendido encima de ella con una respiración acelerada hasta que poco a poco el ritmo cardíaco regresó a la normalidad. Después quitó su peso de encima para no incomodarla y se sentó a su lado.
    
    —Has estado increíble, Benito, —le dijo Laura recuperando el resuello.
    
    —Eso es que he estado en dique seco mucho tiempo.
    
    Ella sonrió satisfecha. Él se levantó, se encendió un cigarro y se lo ofreció a Laura.
    
    —¿Todavía fumas? —preguntó.
    
    —Sólo en ocasiones especiales, —dijo mientras contemplaba su cuerpo esmirriado.
    
    —Pues ésta es una de ellas, —añadió, dándole el cigarrillo.
    
    Laura lo cogió, dio una calada y aspiró el humo, después lo expulsó con parsimonia haciendo balance de lo que acababa de pasar. No había en sus pensamientos ningún atisbo de culpa, ni remordimientos. Todo lo contrario. Después de años de desdicha, se sentía bien y orgullosa de sí misma por darse la oportunidad de ser feliz. Benito se sentó a su lado y aspiró de su cigarro.
    
    —Deberíamos hacer esto más a menudo.
    
    —Estoy de acuerdo, ...
    ... —ratificó dando otra calada.
    
    —Te buscaré, ¿de acuerdo?
    
    Laura asintió con una sonrisa genuina como hacía tiempo que no lo hacía. En la cafetería sonreía por obligación, pues iba en el paquete: amabilidad y simpatía, requisitos indispensables para el puesto; en casa apenas sonreía, únicamente cuando algún niño soltaba una gracia inesperada. Su talante era cada vez más hosco, producto de la mala vida que llevaba, pero ahora, gracias a Benito y a ese mágico momento, su vida había adquirido un matiz más colorido, acostumbrada desde hacía años a vivirla en blanco y negro. Ni una frase de aliento, ni una palabra hermosa que la estimulara para seguir adelante en una vida de pesadumbre y aflicción.
    
    En cambio, Benito la había hecho sentirse bien después de tantos años. Volvía a sentirse viva, y más que una mujer deseable, volvía a sentirse “mujer”.
    
    Eran las diez de la noche cuando hizo su aparición su esposo. Los niños ya habían y cenado y se habían acostado, como era habitual la mayoría de las veces.
    
    —¿Dónde está la cena? —preguntó.
    
    —Si quieres una puta criada, ya puedes ir contratándola, cerdo, —y ante su osadía, el hombre quedó fuera de sí, transfigurado con los ojos inyectados en sangre, y por debajo salían llamas de sus fosas nasales cual dragón enfurecido. Inmediatamente se aproximó y le cruzó la cara con la mano abierta. Laura aguantó estoicamente sin inmutarse. Un hilillo de sangre descendió por la nariz y se deslizó hasta la boca. Se limpió con el dorso de la ...
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