1. Mis odiosas hijastras (8)


    Fecha: 30/07/2025, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    Era solo cuestión de segundos para que, quien estuviera bajando las escaleras, apareciera en la cocina. Y la escena que se desarrollaba ahí no era muy conveniente que digamos (aunque sí muy deseada). Tenía a Valentina en mi regazo. Valu (ya podía llamarla así), y su monumental ojete frotándose en mis piernas. Sentía como esas descomunales nalgas se removían en mis rodillas, como buscando mantener equilibrio, aunque lo único que lograba era que sus firmes glúteos se refregaran en mí. No cabían dudas de que también sentía la potente erección que se me había formado en cuestión de unos segundos, en su honor, pues en ese dulce franeleo retrocedía lo suficiente como para sentir mi predecible dureza.
    
    Pero, alertada por los pasos que cada vez estaban más cerca, se puso de pie, y se dispuso a sentarse del otro lado de la mesa, para fingir que estaba terminando su desayuno. Pero apenas dio un paso, yo extendí la mano para agarrar con mi mano convertida en una tenaza a ese enorme glúteo. Se lo estrujé con violencia. No pensaba retenerla mucho tiempo, aunque viéndolo ahora me doy cuenta de que había corrido un riesgo innecesario. Pero en ese momento sentí la imperiosa necesidad de palpar ese culazo una vez más, quizás por miedo a que luego no pudiera hacerlo de nuevo. Aunque todo indicaba que la más zorra de mis hijastras ya estaba entregada.
    
    —Soltame boludo —susurró Valu, haciendo fuerza para escaparse de mi mano.
    
    Entonces se sentó frente a mí. Se acomodó el pelo, a pesar de ...
    ... que el forcejeo no lo había alterado. Y entonces apareció la responsable de que yo no pudiera cogerme a Valu sobre esa mesa, en ese mismo momento.
    
    —Ustedes también madrugaron —dijo Agostina.
    
    La princesa de la casa y la troglodita de Valentina en el mismo espacio a solas conmigo. No podía sentirme más egocéntrico, y más nervioso.
    
    Ambas habían sido presas de mis manos hambrientas. Ambas sabían que mi mujer me engañaba. Una de ellas era la que me había hecho una mamada…
    
    Era una situación algo incómoda, pero a la vez excitante. Yo compartía un secreto con ambas, y ellas, a su vez, desconocían (o eso imaginaba) que la otra había tenido intimidad conmigo. Las dos trataban de actuar con normalidad, aunque de alguna manera pude vislumbrar cierta paranoia en sus miradas.
    
    —Sí, ¿querés que ponga más pan en la tostadora? —le pregunté.
    
    Agos parecía estar recién duchada. El pelo negro y lacio se encontraba húmedo. Llevaba una chaqueta larga, un suéter y una bufanda. Si bien solía vestirse entre casa con la misma elegancia que cuando salía, esta vez el hecho de verla abrigada me hizo temer que realmente se iría.
    
    —No gracias. Me voy a lo de Mili —explicó, confirmando mi intuición—. Voy a desayunar algo con ella, y de paso voy a aprovechar para ver si puedo cargar el celu. Ya me quedé sin batería.
    
    —Pero, volvés temprano ¿No? —dije.
    
    —No sé Adrián. Quizás me quede a dormir ahí —respondió.
    
    Qué noticia de mierda, pensé para mis adentros. Pero por otra parte, si se iba ...
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