Mis odiosas hijastras (8)
Fecha: 30/07/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... muy bien lo que generás en los hombres. Y tu mamá… me metió los cuernos. Vos lo sabés.
—No, no lo sabía. Solo te lo dije para hacerte enojar. Para que caigas más fácil —explicó ella, mientras mi mano derecha bajaba hasta su cadera—. No sabía que de verdad te engañó —agregó después.
—¿No lo sabías?
La agarré de la barbilla y le hice levantar la cara. Ahora me miraba a los ojos. Parecía apunto de largar una lágrima. Sus expresivos ojos marrones estaban brillosos. ¿Qué le pasaba? Justo cuando quería que actúe con la misma desfachatez y soberbia de siempre, se había apagado. Casi parecía una nena asustada. Aunque claro, esto no bastó para que me arrepintiera de tomar la iniciativa. Además, a pesar de no mostrarse muy entusiasmada, ahí estaba, todavía apoyada en la mesada, sin atinar a moverse.
Acaricié sus labios gruesos con el dedo pulgar. Valu hizo puchero, como quien va a hacer una travesura, no tanto por iniciativa propia, sino porque un niño aún más travieso la instara a hacerlo. Froté los labios con más intensidad, mientras mi otra mano avanzaba hasta encontrarse nuevamente con el carnoso orto de mi hijastra. Luego empujé el dedo, hasta que ella separó los labios y se lo metí adentro de la boca. Su lengua llenó de saliva el pulgar, aunque seguía con la misma actitud reacia. Pero eso no me importaba. lo que me importaba era que estuviera ahí, sometida a mis deseos. SI quería jugar a la puta culposa que lo hiciera. Mientras me entregara todo ese cuerpo ...
... imperfectamente perfecto con el que había nacido, que actuara como le diese la gana.
Saqué el dedo de la boca. Froté su mejilla izquierda, dejando un rastro de su propia saliva en ella. Apoyé mi pelvis en su cadera, y le hice sentir mi erección. Mi mano izquierda estaba completamente perdida en ese vasto territorio que era su orto.
—No, soltame —dijo, aunque aún no hizo ningún movimiento que confirme sus palabras—. Sos la pareja de mamá. ¿Pensás terminar con ella?
Cuando terminó de hacer esa pregunta, usé la mano derecha para llevarla a sus tetas. Otra vez las tenía entre mis garras. Vi como la tela del pulóver se arrugaba cuando mis dedos se cerraban en uno de los senos. Las tetas de Valu en mis manos. No hay descripción que esté a la altura de lo que sentía en ese momento.
—¡No! ¡Basta! ¡degenerado! —dijo Valu.
Esta vez lo hizo con vehemencia, y hasta levantó la voz más de lo debido. Además, cuando vio que yo seguía manoseándola por todas partes, me dio un violento empujón. Entonces me aparté de ella, no tanto por el empujón en sí mismo, que no tenía la fuerza suficiente como para alejar a un hombre embriagado de lujuria como lo era yo en ese momento, sino porque su expresión reflejaba un rechazo incluso mayor que el que había exteriorizado físicamente.
—Pero entonces ¿Qué carajos te pasa? —pregunté, ofendido.
Por toda respuesta Valu Salió corriendo de la cocina. No tardé en escuchar los pasos, subiendo por las escaleras.
Mierda, me dije. ¿Cómo podía estar ...