1. Libertad condicional (II)


    Fecha: 30/08/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    ... acabó. No deseaba seguir con la máscara del engaño.
    
    La cena estaba ya en la mesa. Félix había encargado unas delicatesen y estaba esperándola para descorchar el “Protos Vendimia Seleccionada del 2020”.
    
    —Hola amor, —saludó él al tiempo que descorchaba la botella. A continuación le dio un beso y sirvió el vino en la dos copas.
    
    Merche estaba confusa. Entendía que todo habían sido cábalas suyas y que no sabía nada de la fianza y mucho menos de sus infidelidades. ¿Qué hacía ahora, seguir interpretando el papel de buena esposa o sincerarse como tenía pensado hacerlo? La siguiente pregunta le indicó el camino a seguir.
    
    —¿Por qué le has pagado la fianza? —preguntó mientras chocaba su copa con la de ella. Después tomó un sorbo del excelente vino.
    
    —Pensé que debía hacerlo, contestó Merche.
    
    —¿Te lo estás tirando?
    
    Era la pregunta del millón. ¿Por qué no le sorprendió? Merche dejó la copa de vino en la mesa y asintió.
    
    —¿Desde cuando? —quiso saber.
    
    —Desde el principio, —admitió.
    
    Un atronador silencio invadió el salón durante diez eternos segundos.
    
    —¿Le quieres?
    
    —No.
    
    —Luego, sólo es sexo.
    
    —Sí.
    
    —Tres años follándotelo son muchos, por lo que deduzco que el sexo con él es insuperable, —insinuó.
    
    Merche guardó silencio, lo que reafirmaba su observación asegurando que algunos silencios eran más reveladores que cientos de palabras.
    
    —Entiendo que no me equivoco, —afirmó, y ella bajó la mirada sonrojada y avergonzada.
    
    —¿Ha habido alguien más? ...
    ... —preguntó.
    
    Merche asintió. No pudo mentir, y tampoco quiso. El paso ya estaba dado y pensó que era mejor hablar de la verdad que duele y luego sana que la mentira que consuela y luego mata, sanar o morir ya poco importaba. Todo cuanto dijera él sería verdad y como mejor defensa sólo cabía decir que su matrimonio había sido una mentira. Eso es lo que pensaría Félix, aunque ella no lo veía de ese modo. Amaba a su esposo más que a nada en el mundo, pese a que su forma de demostrarlo no fuese la más ortodoxa.
    
    —Siento todo el dolor que te he causado, —dijo ella sin ninguna pretensión de defenderse.
    
    —No son los celos lo que me mortifica, sino el no haber sabido hacerte feliz, o lo que es peor, el no haber podido.
    
    —Aunque no me creas, he sido la más feliz.
    
    —Imagino que en algunos aspectos sí, en otros, evidentemente no. No voy a odiarte por ello. Me quedo con nuestros momentos de alegría y felicidad y en los vínculos creados en esas ocasiones. No voy a dejar que el odio borre cada instante de los que hemos vivido y para eso, tenemos que eliminar las barreras de los prejuicios, lo cual requiere coraje. Tenemos que hacer las paces con nuestros días. No podemos olvidar que la vida está de nuestro lado.
    
    Hizo un inciso para sorber de la copa, después continuó.
    
    —Siempre supe que en la cama necesitabas algo más, y aunque no tenía la certeza, estaba casi seguro de que me habrías engañado en más de una ocasión. Eres una mujer muy bella y siempre he pensado que no estaba a ...