1. Libertad condicional (II)


    Fecha: 30/08/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    ... siguió sus órdenes, se inclinó en el suelo y apoyó la cabeza en una almohada mostrándole sus encantos. Sabía el suplicio que venía ahora, pero conocía el irreverente goce de después.
    
    Hassan observó un instante la octava maravilla y babeó mientras se frotaba la verga. A continuación se acuclilló, se la cogió, la ensalivó, la dirigió a la entrada del ojete e introdujo la cabeza morada. Merche mordió la almohada para no gritar. La polla siguió avanzando hacia las profundidades haciéndole saltar las lágrimas. Era inútil pedirle que se detuviera porque no iba a hacerlo, de modo que tragó saliva y aguantó estoicamente el doloroso proceso de la dilatación hasta que un vislumbre de placer se mostró en sus esfínteres, de tal modo que los gritos ahogados en la almohada se liberaron tornándose en gemidos placenteros perturbados únicamente por las penetraciones más violentas.
    
    Hassan la cogió del pelo con las dos manos cual auriga gobernando los caballos de los carros en las carreras de un circo romano.
    
    El calor de la época se hacía de notar en la estancia mal acondicionada, y unido al aumento de la temperatura corporal y al ejercicio, suscitaba una abundante sudoración que abrillantaba el cuerpo de Hassan embelleciéndolo hasta tal punto que el sudor caía en abundantes goterones sobre el cuerpo de Merche. Ésta buscó con la mano su clítoris a fin de darse más placer y alcanzar el orgasmo.
    
    —¡Fóllame más fuerte! —le pidió entre gritos mientras la empalaba. —¡No pares de ...
    ... follarme! —gritó de nuevo ante la inminencia del clímax.
    
    —Sí, mi fierecilla, —articuló él sin apenas aliento bufando como un semental que embestía a su yegua.
    
    El teléfono vibró en el bolso sin que Merche advirtiera la llamada. Sus gritos eclipsaban cualquier otro sonido. Gritó y se explayó sin reservas dando todo lo que tenía, siendo testimonio del goce, así como de una liberación de deseos reprimidos e insaciables, y cuando Hassan le dio todo el placer que cabía esperar, extrajo su miembro del ano, se dio unos enérgicos meneos y expulsó con potentes chorros su simiente sobre las nalgas y la espalda de su diosa. Después se dejó caer exhausto en el suelo. Merche abandonó la postura servil y fue a darse una ducha rápida. Después buscó su ropa y se vistió en silencio ante la atenta mirada de su amante.
    
    —¿Cuándo volvemos a vernos, fierecilla? —preguntó el gandul.
    
    Merche no contestó. Cogió su bolso y se fue con un forzado “adiós”.
    
    Al llegar a su despacho su secretaria la puso al día informándola de que los dos clientes citados estaban molestos por la cancelación de la cita, sin embargo, no era esa su mayor preocupación.
    
    El teléfono vibró de nuevo en su bolso y se sintió abrumada ante la insistencia de Hassan en una situación que se le estaba yendo de las manos. Sacó el móvil para recriminarle una vez más, pero vio que era la segunda llamada de su marido.
    
    —Dime amor, —respondió nerviosa.
    
    —¿Estás bien? —preguntó él.
    
    —Sí, bien. Un poco liada.
    
    —Te he llamado ...
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