Libertad condicional (II)
Fecha: 30/08/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... para que calme tus picores.
—¿Por qué eres tan cabrón?
—Puede que lo sea, pero también soy franco.
—Ésta relación nunca debió prolongarse tanto tiempo.
—Yo nunca te obligué, fierecilla. Yo soy quien te busca ahora, pero recuerda que eras tú quien lo hacía en el pasado para apaciguar tu entrepierna.
—Eres un cabronazo.
—Sí. Soy tu cabronazo.
—¿Entiendes que no quiera seguir con eso? ¿Podemos dejar ya esta conversación y centrarnos en lo verdaderamente importante?
—¿Qué es más importante que esto? Mi vida es una mierda, ya lo sabes.
—¿Por qué dejaste el trabajo?
—Me echaron.
—Algo harías para que te echaran.
—Soy un puto moro, ¿recuerdas? Además, me pagaban una mierda.
—Y es más fácil conseguir dinero a punta de cuchillo, ¿no?
—De un modo u otro, siempre he sobrevivido. Nunca le he hecho daño a nadie.
—Quien lo diría atracando e intimidando cuchillo en mano.
—Como te he dicho, era una manera de acercarme a ti.
—Pero no era la primera vez, ni la segunda.
—Eran otros tiempos.
—Sí, claro.
—Sabía que no te mantendrías al margen, pero en el supuesto caso de que no quisieras hacerte cargo de mi caso, como segunda opción estaba la cárcel. Allí te dan de comer y he de reconocer que últimamente pasaba mucha hambre, de las dos, —destacó.
—No hablas en serio.
—Totalmente.
—Puedo mover algunos hilos y conseguirte un trabajo.
—No te molestes fierecilla. Nadie quiere a un delincuente, y menos si es un puto ...
... moro.
—Puedo hacerlo. Es cuestión de que quieras tú.
—No quiero darte pena.
—No lo haces.
—¿Sabes lo que quiero?
—¿Qué?
—A ti.
—No me jodas, Hassan.
—Es lo que más deseo. Joderte. Eres mi diosa. La dueña de mis pajas.
—No sigas por ese camino, Hassan.
—Mira como me tienes, —dijo cogiéndose el abultado paquete. —Déjame complacerte como mereces. Sé que lo deseas tanto como yo.
Merche dio media vuelta para marcharse y Hassan la retuvo en la puerta, se pegó a ella por detrás, le apartó el cabello y le mordió el cuello. Ella se resistió intentando que emergiera su temperamento al mismo tiempo que la hinchazón de su hombría presionaba en sus nalgas a través de la fina tela de la falda mientras sus pezones se endurecían.
—Te deseo fierecilla, —le susurró al oído.
Merche se negaba a someterse de nuevo a sus deseos y con esos postulados, le costaba reconocer que también eran los suyos hasta que cerró los ojos y dejó de pensar dejándose llevar por un apetito que la arrastraba a la lujuria una vez más. Su amante le restregó su abultada entrepierna entre las nalgas como si pretendiera penetrarla así, después le dio la vuelta, se acuclilló, subió la falda, bajó sus medias y sus bragas y abrevó en la fuente de la que manaba el néctar de la diosa que era para él, mientras a ella le costaba mantener la estabilidad. La lengua repasaba cada pliegue de su sexo haciendo pequeñas incursiones para después centrarse en el botón. Merche cogió su cabeza e hizo presión para ...