El cuñado (Parte 2)
Fecha: 08/11/2018,
Categorías:
Gays
Autor: angelmatsson, Fuente: SexoSinTabues
... dentro de mí. Grité y gemí a viva voz. Bernardo me miraba full excitado y con la cara sudada. De pronto sus ojos mostraban preocupación, pero luego, cuando veía que yo disfrutaba como perra en celo, volvían a tomar esa luz infernal. Yo ya tenía perfectamente claro que, después de eso que él me hacía, se me iba a hacer difícil volver a caminar. Y sólo iba en el segundo dedo… Cuando los retiró sentí un alivio indescriptible, pero mi parte sadomasoquista estaba ansiosa por más. Ahora su lengua sí podía entrar con libertad y saborearme por dentro. Gruñía. Lo oí gruñir mientras me comía el culo. Lo hacía con ímpetu, con hambre, con excitante violencia. Sentía que quería meter toda su cara dentro de mi ano, y yo ya no tenía voz para seguir gimiendo. El tercero fue una tortura. Excitante. Delicioso. Doloroso. -¡Ay! –me quejaba. -Aguanta -me decía. Estaba excitado. Le encantaba tenerme así de sometido. Era desesperante la forma en que el dolor encendía mi cuerpo. Mi mente me decía que eso no estaba bien, pero mis hormonas la hicieron callar y tomaron el control. Sentí mi ano al borde la fisura, pues sus dedos eran demasiado gruesos para un canal tan estrecho. Pero, al cabo de un rato, mucha saliva y lágrimas, volvía a disfrutar. Jugó unos segundos más y ya no aguantó más, quería penetrarme. Al fin tendría esa herramienta dentro de mí. Me preocupé. Miedo cruzó mi mente. ¿Sería capaz de aguantar lo que vendría? Las lágrimas en mis mejillas no eran una buena señal. Extrañé tener el ...
... lubricante que usaba Robert. Mi único consuelo era que mi culo no era virgen (aunque Bernardo no lo supiera), y que ya tenía una idea de lo que se venía. Pero todo lo demás estaba en mi contra, y me decía a gritos que, después de esa sesión de sexo, iba a quedar reventado. Su pene estaba completamente turgente y a punto de estallar. Las venas eran intensas sobre su piel, y su glande palpitaba con furia. Lo exprimió y sacó lubricante para colocar en mi ano. Metió dos dedos y desparramó en mi interior un poco más de su néctar. Limpió sus dedos en mi boca y succioné con gula. Me palmeó la mejilla con orgullo: -Este es mi chico –dijo. Pensó unos segundos y decidió llevarme hasta la habitación. Allí me tiró boca abajo, levantó mi cadera y separó mis rodillas. Abrió mis nalgas y escupió justo en el centro. -Here we go –susurró. Sentí su glande expidiendo calor junto a mi ano. Luego comenzó la tortura. Comenzó a meter su glande y no se detuvo jamás. No esperó a que me acostumbrara, simplemente siguió metiendo su pene, de forma lenta pero decidida. Gemí, chillé, lloré. Dolor y más dolor. Y luego placer. Y luego dolor. Lágrimas. -¿Me detengo? –preguntó saliéndose brevemente del personaje. -No –respondí. No sé si hay explicación lógica, pero, a pesar del dolor, no quería que se detuviera. Estoy enfermo, lo sé. No me importa. El punto es que cuando su pubis estuvo en mis suaves nalgas, me desplomé y quedé tendido en la cama, completamente extendido. Bernardo tuvo que maniobrar su cuerpo ...