La Cantina
Fecha: 09/11/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... Sin hacer el menor intento de tapar sus encantos, se dirigió al teléfono para comunicarse con su marido.
- Si querido. Aquí está todavía conmigo. No te preocupes, estoy segura de que me acompañará hasta que llegues. Está bien, ni modo. ¿Qué le vamos a hacer?
A todo esto, yo no había hecho ni el intento de vestirme o por lo menos cubrirme, me estaba acostumbrando a estar desnudo y me estaba gustando. Regresó hasta mí y se sentó sobre una de las mesas, la que estaba más próxima a mí y me dijo:
- ¿Aún quieres besarme los pies?
Brinqué emocionado, cayendo de rodillas ante ella.
- ¿Qué si quiero? Solo quiero lo que usted quiera. Después de hoy soy su esclavo, difícilmente podré negarle algo.
- ¡Vaya, vaya! Eres toda una adquisición, por un momento temí que me perdieras el respeto, pero veo que estamos mejor que antes. Bueno pues empieza a darte gusto, dándome gusto, que mi marido se va a tardar por lo menos otras tres horas.
Diciendo esto estiró su pié derecho en mi dirección. Lo tomé cuidadosamente del talón y le quité la sandalia, ella estiró el otro y efectué la misma operación. Los sostuve así y empecé a besarlos y chuparlos con fruición, como ella había hecho con mi pene. Me metí sus deditos a la boca, desde el dedo gordo hasta el chiquito, primero de un pié y luego del otro, me metí ambos dedos gordos a la vez, pasé mi lengua una y mil veces entre sus dedos, no me cansaba de hacerlo, no sé cuanto tiempo hubiera continuado si ella no me detiene.
- ...
... ¿No te interesa ver lo que tengo debajo de mi falda?
Como antes dije, ni se me había ocurrido faltarle al respeto de ese modo, pero ya solicitado, volví mi mirada hacia arriba, donde ya ella estaba levantando su falda hasta su regazo. ¡Creí que iba a desmayarme! Además de lo magnífico de sus piernas, largas, blancas y redondeadas, con cada curva en el lugar preciso, descubrí otro secreto de mi patrona ¡No le gustaba la ropa interior! Una hermosísima mata de pelo grueso adornaba el monte de Venus de mi dueña.
- Ven, trae esa lengua magnífica para acá. Te iré indicando lo que no sepas, pero estoy segura de que hallarás el camino de mi placer por ti mismo. ¡Claro que quería darle placer! Estaba dispuesto a dedicar el resto de mi vida a ella, aunque nunca más se repitieran las actividades de esa noche. Se bajó de la mesa y caminó hacia la barra, se despojó de su falda y la tendió sobre el mostrador, la ayudé a subirse a éste y me coloqué entre sus piernas apoyando mis axilas sobre sus muslos y empecé a peinar sus vellos con mis manos para despejar el camino al Paraíso. Ella se recostó sobre la barra y yo quedé de pié inclinado sobre su sexo. Un olor, vagamente percibido en otras ocasiones, cuando había mujeres cerca llenó mis fosas nasales. Supe hasta entonces de donde provenía ese olor. Soy de los pocos afortunados que disfrutan de ese aroma, desde el primer momento que tuve acceso a mi amada disfruté de su esencia. Rápidamente empecé a lamer sus labios vaginales y metí mi ...