1. Celebraciones familiares (3): El cumpleaños (Continuación)


    Fecha: 12/11/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos

    ... apoyar la palma de sus manos casi en el centro de la gran mesa de mármol.
    
    Sentado en el sillón Rodrigo tenía una estupenda panorámica del amplio escote de su mujer, una visión que sin duda dejaría paralizado a cualquiera. En cambio, yo tenía ante mí su indomable trasero. Comencé a acariciarlo con una mano despacito en grandes círculos. No tardé en tantear bajo su falda. La humedad de María Luisa anunciaba una cálida bienvenida.
    
    Mirando a Rodrigo subí la falda a su mujer hasta la cintura, y fue entonces cuando la rubia comprendió para qué había cortado los bordes sus braguitas nuevas. De un fuerte tirón hice saltar la escasa costura dejándola el culo al aire. El sonido de la tela al rasgarse resultó sobrecogedor. Su marido la vio estremecerse aún más que él mismo. Todo parecía ir tal y como yo lo había planeado. Lancé las braguitas a los pies de su marido, se podía distinguir a la perfección el cerco oscuro impregnado de los fluidos femeninos.
    
    ― Pero… ―protestó Rodrigo.
    
    ― Silencio ―exigí de inmediato.
    
    Tan alta como era, María Luisa estaba espectacular con el vestido subido más allá de las caderas y el culo ligeramente en pompa. Respiraba de forma agitada. Tenía el sexo rubito, sin depilar ni afeitar, brillante de humedad, caladito como un pastel recién hecho. También poseía un culo realmente poderoso. Curiosamente, en el centro de aquel amplio y pálido trasero llamaba la atención la piel arrugada y oscura de su ojete.
    
    Apenas tres metros más allá, el marido ...
    ... no perdía detalle. Atónito, sorprendido de ver sometida a su frígida y dominante esposa comenzó a dar muestras de estar inquietud. De forma involuntaria a Rodrigo se le estaba poniendo dura, y ese fue el verdadero detonante para que los tres diéramos rienda suelta a nuestros deseos ocultos. El marido aceptaba y se excitaba viendo a su mujer a punto de ser tomada por otro hombre.
    
    En ese momento yo deseaba domar a aquella hembra más que nada en el mundo, al igual que ella misma. El problema era que esa jaca pertenecía a Rodrigo y él tenía derecho a reclamar lo que era suyo. Sin embargo, cuando éste empezó a tocarse mientras yo sobaba el culo desnudo de su mujer me estaba autorizando implícitamente a gozarla a mi antojo.
    
    Seguí acariciando el revoltoso culo de María Luisa, deteniéndome de vez en cuando a estrujar los inflamados labios mayores de su sexo. Ella gemía cada vez.
    
    ― Ooogh…
    
    María Luisa jadeaba abriendo los ojos como platos cada vez que yo exprimía su sexo rubito rebañando sus fluidos y jadeaba igual cada vez que la untaba con ellos el sensible y oscuro orificio del culo. Aquella caricia prohibida la turbaba.
    
    ― Ooogh… Ooogh… Ooogh…―gemía la pobre lo más flojito que podía, traduciendo a su marido cada uno de mis mimos en su entrepierna.
    
    Todo marchaba tan rápido y tan bien que decidí espolear a aquella hermosa e insaciable mujer con un pequeño anticipo. Para ello me centré en estrechar entre mis dedos su abultado clítoris. Este nuevo estímulo revolucionó ...
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