Celebraciones familiares (3): El cumpleaños (Continuación)
Fecha: 12/11/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos
... medio.
― Sí.
― ¿Seguro que quieres verlo? ―insistí.
― Sí. Claro que sí.
― Tú no participarás. Sólo mirarás, entiendes. Te sentarás en una esquina y no te moverás de ahí. ¿Has entendido?
― Sí.
― Eso espero, si no cumples tu palabra habrá problemas...
Hice una pequeña pausa. No estaba seguro si Rodrigo sería capaz de mantenerse al margen. Le pinché un poco más.
― ¿Alguna vez la has follado por el culo?
― No, ella… ―dudo si responder― tiene hemorroides.
Efectivamente María Luisa tenía un pequeño pliegue en la parte inferior del ano seguramente a consecuencia de los partos, pero éste apenas era del tamaño de un garbanzo. Una escusa que algunas aprensivas utilizan y que salvo casos graves son totalmente compatibles con una sodomía “Como Dios manda”, o sea metódica y con abundante lubricante. El tono hipócrita con que Rodrigo trató justificarse hizo que me enfadara.
― Eres su marido, ―dije― deberías hacerla gozar como la diosa que es… y someterla como la puta que le gustaría ser. Vamos…
Antes de subir me paré a pensar qué podría necesitar. Cogí un cojín del salón y dándoselo a Rodrigo le dije que esperara. Rápidamente fui al baño, cogí aceite de Aloe Vera y toallitas húmedas.
Su habitación estaba al fondo del pasillo de la planta superior y cuando entramos nos quedamos de piedra. María Luisa se masturbaba arrodillada sobre una alfombrilla en el centro de la habitación, pero se detuvo al vernos. Se había desnudado. Tenía un cuerpo voluptuoso y ...
... sensual cuyas grandes tetas colgaban de forma pesada por la posición en que se encontraba. Naturalmente tenía algo de tripa, yo esperaba más teniendo en cuenta que había parido cinco veces. Quizá estaba conteniendo la respiración. De frente destacaban sus grandes pechos así como la anchura de sus caderas. Era toda una hembra, de eso no cabía duda.
Coloqué una butaca a una distancia prudencial y le indiqué a Rodrigo que se sentara.
― Puedes mirar y mastúrbate si quieres, pero no hables ni te levantes. ―le advertí. Después, me acerque a ella, había incertidumbre en su mirada.
Me aproximé a María Luisa.
― Si quieres que pare solo tienes que decirlo, entendido… pero escúchame bien, quiero que tu marido disfrute, ¿entiendes? Hoy tienes que demostrarle de lo que eres capaz.
La noche era desapacible, en el exterior de la vieja casona se oía el viento rugir. Hay quien se pone nervioso en noches así y no es de extrañar. El constante soplido del aire en las altas ventanas podría hacer enloquecer a cualquiera. A pesar de todo yo debía mantener la calma para conseguir que María Luisa y su marido tuvieran un buen recuerdo de aquella noche… Por otra parte, el gélido vendaval estaba de mi parte, vendría bien para encubrir otra clase de ruidos libidinosos.
― ¿Quieres comérmela? ―pregunté alto y claro delante de ella.
María Luisa, de rodillas, miró a su marido y al fin respondió.
― Sí.
― Adelante. ―le di mi permiso.
Ella tardó en comprender que yo quería que ella ...