Celebraciones familiares (3): El cumpleaños (Continuación)
Fecha: 12/11/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos
... vieja y estúpida ahora casi se sentía orgullosa, contenta de seguir resultando atractiva.
María Luisa se miró en el gran espejo que había en el pasillo de la primera planta, como queriendo comprobar por qué la había deseado el marido de otra mujer. Le gusto lo que vio. Se gusto. Sus tetas seguían siendo su talismán, ya eran grandes antes de los embarazos y éstos no le habían pasado tanta factura como a otras mujeres. Esas pobres que ven con alegría como sus pechos crecen al quedar embarazadas y un año más tarde, se deprimen cuando estos se desinflan. No, ella siempre tuvo un buen par de tetas. Por desgracia también su trasero saltaba a la vista y eso no le gustaba tanto, aunque se daba cuenta de que gracias a ello su cintura y sus piernas lucían mejor.
Por otra parte María Luisa no podía negar que Roberto era un hombre seductor, a pesar de su arrogancia. Era alto, guapo, inteligente, con un buen sueldo y varonil, muy varonil. Se notaba que hacía deporte en su inabarcable espalda, en unos brazos fuertes y unas manos enormes. Entonces recordó el tacto duro de su miembro cuando él la forzó a tocarlo. Por lo que ella había podido verificar, Roberto cumplía eso que decía su compañera de trabajo sobre los hombres: “Si la cara es el espejo del alma, las manos lo son de la polla”. Realmente Roberto tenía una buena herramienta, y según su mujer la usaba además con ímpetu y talento. Dos cosas que rara vez se daban al mismo tiempo.
María Luisa comenzó a turbarse fantaseando con ...
... el cuerpo sudoroso de Roberto mientras manejaba sus alicates y destornilladores. Se percató de que su sexo había comenzado a reaccionar con inquietud a sus fantasías y pensó que sería mejor bajar a cenar, pero eso no mejoró las cosas. Él estaba allí, y su mirada de deseo y complicidad casi la deja paralizada.
Al entrar en el comedor su marido le dio un besito y ambos se sentaron a la mesa. María Luisa se dio cuenta de que su respetuoso marido suplía con amor y ternura, la pasión y el atractivo del otro. Lo malo, pensó María Luisa, era que hasta aquel momento el amor había servido principalmente para tener hijos, y no orgasmos, de éstos se encargaba ella misma desde hacía tiempo. Ese era su secreto.
Siempre seguía el mismo ritual. Los lunes tenía turno de tarde en la oficina así que tras dejar a la tropa en el cole aprovechaba para tomar un cortado rápido con las otras mamás. Después iba con el carrito a comprar la fruta para la semana, pero nunca antes de las 10 h. A partir de esa hora encontraría al hijo del dueño solo detrás del mostrador, moreno, esbelto y con esa mirada feroz. A ella siempre le gustó que la atendiese Pedro, era un verdadero portento.
Un día al darle a María Luisa el cambio Pedro le dijo: ― Espera―, y dándole un par de plátanos dijo: ― Toma… Para los niños― Dejándose llevar por la amabilidad del muchacho, ella le exclamó: ―…y ¿para mamá?―. Gracias a Dios que no había nadie más en ese momento. ¡Qué vergüenza! Pedro se quedó un poco pillado, no era ...