Celebraciones familiares (3): El cumpleaños (Continuación)
Fecha: 12/11/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos
... para menos, enseguida buscó otra pieza de fruta: ― Claro que sí, pero para mamá mejor… una banana― ofreciéndole con una radiante sonrisa una enorme fruta de aspecto fálico que casi doblaba en tamaño a los pequeños plátanos. María Luisa se quedó paralizada sin saber cómo reaccionar.
Se marchó de la frutería sonrojada como una chiquilla. Al llegar a casa soltó las bolsas en la entrada y subió al dormitorio con la banana escondida bajo la chaqueta. De rodillas sobre la cama María Luisa cabalgó aquella hermosa fruta tropical como si realmente Pedro estuviese entrando en ella una y otra vez hasta hacerla estallar.
Cuando se repuso de aquel ataque de frenesí, María Luisa comprobó sorprendida el tamaño del cerco que habían formado sus fluidos sexuales. Obviamente tuvo que echar el edredón a la lavadora, después, igual que una mantis religiosa se alimenta de su amante, ella devoró la pieza de fruta que tanto gustito le había proporcionado. A María Luisa no le costó darse cuenta de que era la primera vez que se dejaba arrastrar por un impulso sexual. Constantemente presa de privaciones nunca antes había gozado del sexo tan intensamente.
Desde aquel día Pedro le regalaba de cuando en cuando una hermosa banana, si bien el chico nunca le había insinuado un intercambio más comprometedor.
Roberto:
Cuando María Luisa entró en el comedor y se acercó a su marido para darle un besito, la miré fijamente sin ningún disimulo. Quería hacerle saber a la mujer que no estaba ...
... arrepentido por lo que había hecho. Yo esperaba de ella la misma ira y desprecio que un rato antes, pero me rehuyó y nada más sentarse comenzó a charlar con su cuñada.
A lo largo de la cena nuestras miradas se cruzaron en tres o cuatro ocasiones, y cada vez ella la desvió apresuradamente. Yo la tenía por una mujer madura, estricta y segura de sí misma, así que no comprendía ese repentino cambio de actitud, esa indecisión.
El encontronazo con la rubia no había ido nada bien. Me había dejado llevar por mi instinto animal y mi osadía había indignado profundamente a la mujer de Rodrigo. Para una mujer de talante conservador como María Luisa lo que yo había hecho era rotundamente intolerable, y pretender además que ella le fuese infiel a su esposo era sumamente deshonroso. Ya fuera por rencor o por respeto, yo no tenía ninguna intención de volver a molestarla. Sin embargo ahora los gestos y miradas de María Luisa plateaban una inesperada indecisión sobre sus verdaderos deseos, y no soy de los que se quedan con la duda por no haberlo intentado, una segunda vez…
Últimamente las mujeres de mi familia política me habían proporcionado buenos momentos, y la posibilidad de saborear a la más reservada y recta de todas ellas bien merecía la pena el riesgo. Se me ocurrieron un par de ideas a cual más temeraria.
Sin cenar demasiado, estuve esperando pacientemente a que María Luisa se ausentara de la mesa. Cuando ésta se levantó para ir al baño yo me ausenté con la escusa de poner a cargar ...