1. Inflexion anal.


    Fecha: 04/12/2018, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... Estoy segulo de que me hubiela tomado por un degenelado... y siemple tuve miedo de que lo lanzase al viento, lo contase a nuestlos amigos, la familia, ya sabes…
    
    - ¡Pues no tengas más miedo, estate segura de que eso no ocurrirá conmigo, ven!
    
    Y aunque había más gente en las mesas cercanas, arrastró mi asiento cerca del suyo, e inclinando la silla me atrajo contra su cuerpo, comenzó a acariciarme y a besarme, y deslizando su mano entre mi ropa, esquivando la fina felpa interna de la braguita, con grumos secos de su semen, me introdujo uno, luego dos dedos en mi panochita, arrancándome un profundo suspiro, haciéndome llorar de congoja y emoción.
    
    - ¡Pero, no tienes porque llorar, no pasa nada, tontorrona! – me reprendió cariñosamente.
    
    - Lo siento, lo siento mucho… No volvelá a oculil… te lo plometo…
    
    - ¿Qué no volverá a ocurrir? ¡Pero si aún no te he visto! ¡Y estoy seguro de que me gustarás, aún más, vestida de nena!
    
    - ¿Entonces, gualdalás mi secleto? – le pregunté, a lo que él me respondió deslizando los dedos pringosos por sus labios.
    
    - ¡Están sellados, a menos de que quieras darme otro beso!
    
    - Te quielo y te quielo… Y te quelé siemple, siemple… – no supe más que decirle, mientras que, con la toallita húmeda de mis lágrimas y de… se los limpié.
    
    Y perdidos por los senderos repletos de cagadas de perro –¿en celo?–, ocultos entre los matorrales llenos de pinchos, la cara congestionada, los ojos hinchados y rojos, señal de que había llorado, me jodió ...
    ... como tantas veces vez había deseado, salvajemente, agarrada de un árbol, las braguitas culotte arremolinadas en los tobillos.
    
    Sábado tarde
    
    Cómo hiciera mi chica, me había despedido de él plantándole un solemne beso en los morros, diciéndole – ¡Ciao, cariño! Y ya de vuelta a casa, después de comer algo –¡por fin!– para reponer fuerzas, y echarme una reconfortante siesta en la que dejé dibujado una flor –¿una rosa, un clavel?– en las sábanas, con mi fluidos iniciaticos, tomé un baño con sus sales, depilé con sumo cuidado todo mi cuerpo, el pubis incluso, y luego me vestí con la lencería más sexi que encontré, unos jeans-legging ajustados y una blusa estampada, y tirantes cruzados, que resaltaba magníficamente mi figura.
    
    Luego de perfumarme con la más femenina de las esencias, también con las pinturas de Juana –¡coño, de Jana!– me maquillé. Y después de besarme en el espejo dejando escrito el adiós con el carmín de los labios pintados, cerré su puerta. Porque esa noche había vuelto a quedar con Hugo y nada más verle, iba a decirle lo que esperaba de él, y sabía que no me iba defraudar. Con absoluta complacencia, no pensaba protestar cuando me metiera la mano en busca del calor que había entre mis piernas. No le impediría arrodillarse ante mi, para que me comiera ahí lo que quisiera, no sería yo quien le quitase el caramelo de la boca. Quería que me acariciase como más le gustara, que me desnudara, que me manoseara, que me lamiera, que me chupara, que me mordiera… Y que se ...
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