1. Mi mamá cogiendo con el panadero


    Fecha: 17/07/2025, Categorías: Confesiones Tus Relatos Autor: Karen Hernández, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... no quería ser señorita. Yo quería ser inolvidable.
    
    Nos reímos juntas. El sol bajaba lento, y cada paso que dábamos parecía sacudir más recuerdos.
    
    —Una vez —me dijo bajando la voz, como si fuéramos cómplices de algo picante—, tenía un novio que no soportaba que usara minifalda. Un día, me la puse justo para que me viera en la calle… y caminé frente a él con unas plataformas que hacían sonar el mundo. Me gritó, se enojó… y yo lo dejé ese mismo día. Fin de la historia.
    
    —¡Legendaria! —le dije, y las dos soltamos una carcajada.
    
    —Mira, mija… yo no me vestí así para molestar a tu papá. Ni tampoco para gustarle. Me vestí así porque me gusta cómo me veo. Porque me siento viva. Porque aún tengo ganas de caminar por la calle y que mi reflejo me devuelva una sonrisa. ¿Eso está mal?
    
    Negué con la cabeza. No, no estaba mal. Estaba hermosa. Estaba libre.
    
    —Y si tú un día te quieres poner una faldita, una blusa cortita o unos leggings pegaditos, que lo hagas por ti. No por nadie más. Porque cuando una se siente sexy, todo se alinea. El cuerpo, el alma, la mirada…
    
    —¿Y el corazón?
    
    —El corazón también —me dijo con dulzura—. Pero solo si late por ti misma antes que por cualquiera.
    
    Llegamos a la panadería entre risas y confidencias. Nadie se imaginaba que dos mujeres, tan distintas pero tan iguales, caminaban por esas calles como si fueran pasarela. Una por elección, la otra por herencia. Y en el reflejo del cristal, mientras esperábamos que nos atendieran, me vi junto a ...
    ... ella… y pensé: si crecer es parecerme a mi mamá, entonces que venga la vida con todo 💋
    
    La panadería tenía ese ambiente cálido, como un refugio secreto donde el mundo afuera dejaba de importar. Entre vitrinas llenas de pan y la música bajita de la radio, la conversación entre mi mamá y el panadero seguía fluyendo como si se conocieran de toda la vida… o como si se hubieran reencontrado después de muchas vidas. Había algo en la manera en que él la miraba, con esa mezcla de deseo y respeto, que no se ve todos los días. Y mi mamá… se dejaba ver.
    
    No mostrarse, no presumirse… se dejaba ver.
    
    Apoyada en el mostrador, con la cadera apenas ladeada y una sonrisa que jugaba en los labios, hablaba con esa voz suavecita pero firme. Cada vez que movía una mano, su chamarra de mezclilla se ajustaba más al cuerpo, y el top debajo parecía susurrar secretos. Sus leggings negros brillaban ligeramente bajo la luz cálida del local, marcando su figura como si estuvieran hechos solo para ella. Las botas negras hacían ese sonido sutil al moverse, elegante, femenino, lleno de presencia.
    
    Yo, sentada en una de las sillas cerca de la entrada, me entretenía mordisqueando un cuernito, pero con la mirada fija en ellos. En ella. En cómo, incluso en medio de su separación, de los juicios, de las palabras que mi papá le había lanzado horas antes… ella seguía sonriendo. Viva. Deseada. Plena.
    
    —¿Y cómo lo haces? —le pregunté sin pensarlo, rompiendo la burbuja por un momento—. ¿Cómo haces para que ...
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