1. El cumpleaños 30 de mi amiga


    Fecha: 24/07/2025, Categorías: Confesiones Tus Relatos Autor: Karen Hernández, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... entallado, negro, con abertura en la pierna y escote en la espalda. Me dijo: “Te vas a ver hermosa con esto. A lo mejor no es para la escuela… pero es perfecto para ti.”
    
    —Ufff… qué directo —murmuró ella, sonriendo con esa mirada que ya conocía bien.
    
    —Y con mi mamá… fue un poco después. Cuando empezó a distanciarse de mi papá por el trabajo. Él siempre estaba de viaje, apenas se hablaban. Mi tío fue quien más la apoyó durante ese tiempo. La escuchaba, la acompañaba a hacer trámites, a recogerme… incluso a llorar. Y una vez, después de que ella tuvo un día fatal, él apareció en la casa con una bolsa de regalo. Dentro venía un conjunto de lencería color vino, con encaje fino y una bata de satén a juego.
    
    Ella se tapó la boca, sin poder evitar sonreír.
    
    —¿Y qué le dijo?
    
    —Le dijo: “No es para nadie más. Es para ti. Para que te acuerdes de lo hermosa que eres, aunque nadie te lo diga.”
    
    Mi amiga cerró los ojos un momento, como si pudiera imaginar toda la escena.
    
    —Qué fuerte… y qué bonito, a su manera.
    
    —Sí. Y desde entonces… fue creciendo esa conexión. Él siempre ha estado presente. A veces le lleva flores a mi mamá sin razón. O le deja notas diciendo cosas como “Hoy soñé contigo vestida de azul… y vi esto en una vitrina.” Y le deja una blusa azul claro con botones perlados y escote en V.
    
    —Eso es muy parecido a lo mío —me dijo, con voz bajita—. Es como si encontraran en nosotras algo que otros no ven. Como si nos leyeran con los ojos, no con las ...
    ... palabras.
    
    —Exacto —asentí—. Y lo más loco es que, aunque nunca ha pasado nada demasiado directo, todo está cargado de esa tensión deliciosa. Esas miradas largas. Ese roce de manos al entregarte una bolsa. Ese “me imagino cómo te queda” que no se dice, pero se siente.
    
    —¿Y tú lo disfrutas? —me preguntó, con los ojos entrecerrados.
    
    —Claro. Me hace sentir especial. Femenina. Deseada. Es como si me vistiera con su deseo… sin tocarme. Solo con la intención.
    
    Ella sonrió, cómplice. Luego me tomó suavemente de la mano y la apretó.
    
    —Eres más parecida a mí de lo que pensaba —me dijo, en voz muy baja—. Y me encanta.
    
    —Lo sé —le respondí—. Por eso me animé a contártelo. Porque sé que no me vas a juzgar. Porque tú también sabes lo que es ese fuego suave… ese deseo elegante. Que no arde con gritos, sino con gestos… y tela.
    
    Nos quedamos así, calladas unos segundos, mirándonos, compartiendo algo invisible. Algo que iba más allá de las palabras.
    
    Y ahí estábamos: dos mujeres, dos historias, unidas por la ropa, los secretos… y ese delicioso arte de saberse deseadas sin decirlo en voz alta.
    
    Seguíamos ahí, acurrucadas en ese rincón medio oculto del jardín. Entre copas de vino, confesiones subidas de tono y secretos que solo se cuentan una vez en la vida, la noche parecía envolverse en una burbuja solo para nosotras. Todo se sentía cálido, ligero, como si cada palabra compartida nos desnudara un poco más… sin necesidad de quitarnos nada.
    
    Pero entonces pasó algo.
    
    Una de las amigas ...
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