1. El cumpleaños 30 de mi amiga


    Fecha: 24/07/2025, Categorías: Confesiones Tus Relatos Autor: Karen Hernández, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... de tu tío. De cómo te miraba. De cómo te regalaba cosas para verte, no para vestirte. Fue como si de pronto te viera desnuda… no el cuerpo, sino el alma.
    
    Sus dedos rozaron el borde de tu vestido, apenas. Solo una caricia sutil. Tu respiración se agitó un poco.
    
    —Y tú… —dijiste, acariciándole el brazo lentamente—. Cuando hablaste de tu suegro… y de ese conjunto rojo… quise ver cómo te lo quitabas.
    
    Ella sonrió, pegando su frente a la tuya.
    
    —¿Y si esta noche… jugamos a regalarnos algo la una a la otra?
    
    No hacía falta responder.
    
    Esa oscuridad que envolvía el cuarto no era apagón. Era la excusa perfecta para encender algo más. Algo que venía creciendo desde aquella primera mirada en el jardín, desde los secretos compartidos, desde las telas finas, los encajes y los silencios con doble intención.
    
    Y ahora… lo inesperado ya no era la fiesta. Lo inesperado eran ustedes.
    
    Y lo que estaba por comenzar.
    
    El cuarto estaba envuelto en esa penumbra suave, perfumada de vino y secretos. Nuestras respiraciones se mezclaban, el roce de su mano en mi cintura, mis dedos jugando con la tela de su vestido… todo estaba en el punto exacto entre la palabra y el gemido.
    
    Pero justo cuando su cuerpo iba a fundirse con el mío, ¡toc-toc! —alguien llamó a la puerta con un golpecito nervioso.
    
    —¿Todo bien ahí? ¡Vamos a cortar el pastel! —gritó una voz femenina desde el otro lado.
    
    Nos miramos en silencio. Nuestras bocas a centímetros. El deseo suspendido entre nuestras ...
    ... miradas. Ella sonrió, bajó la cabeza y se mordió el labio.
    
    —Justo cuando se ponía interesante… —susurró con una risita traviesa.
    
    —La vida sabe lo que hace —le dije, acomodándome el vestido mientras ella se acercaba para dejarme un beso muy suave en la comisura de los labios—. Nos dejó con hambre.
    
    —Y eso es lo mejor —dijo—. Que no se nos quitó el apetito.
    
    Salimos de la habitación como si nada. El ambiente seguía cálido, las luces ya habían regresado y todos reían alrededor de una enorme mesa decorada con velas, listones dorados y un pastel con el número 30 en alto.
    
    Pero entonces lo vi.
    
    Él estaba ahí.
    
    Su suegro.
    
    De pie, a un costado del jardín, con una copa de vino en la mano, hablando con un par de invitados, pero con la mirada claramente puesta en ella. Como si supiera que algo estaba por suceder… o que algo acababa de no pasar.
    
    Y fue entonces cuando ella cambió.
    
    Se arregló el pelo con una delicadeza seductora, levantó un poco el mentón y empezó a caminar hacia él. Paso a paso. Caderas marcadas. Mirada firme. Una diosa entre las luces tenues.
    
    Yo la seguí con la vista, mordiéndome el labio, sabiendo exactamente lo que estaba haciendo. Todo su cuerpo hablaba. Todo gritaba mírame, deséame, adivina qué estuvimos a punto de hacer.
    
    Él, al verla acercarse, enderezó la espalda sutilmente. Se quedó inmóvil, pero sus ojos se encendieron. Fue como si el tiempo entre ellos se tensara. Como si en lugar de pasos, ella le estuviera desnudando la ...
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