1. Dos policías venezola


    Fecha: 12/01/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... parar:
    
    -Dale, hermano… te adoro… me matas, me das la vida…
    
    Rodrigo dijo en tono algo displicente:
    
    -No podemos olvidarnos de Leo… que es lo mejor que nunca me has ofrecido, hermano.
    
    ¿Ofrecido? Leo no comprendió la frase.
    
    -Ponte de pie y gírate –le pidió Mario.
    
    Ahora sí que no tenía ni idea de lo que iba a pasar. Mario asió sus caderas y Leo comenzó a sentir algo húmedo que se agitaba junto a su ano. De momento, no comprendió; sólo después de varios minutos se dio cuenta de que se trataba de la lengua de Mario, porque sintió también la presión de sus labios y los bufidos de la nariz sobre su glúteo derecho. La lengua de Mario le estaba penetrando, produciéndole sensaciones imprevistas, jamás experimentadas. Por momentos, la lengua se endurecía como si fuera otra cosa, y avanzaba poco a poco. Leo lo había visto hacer en películas porno, pero creía que se trataba de eso, sólo de porno; que nadie haría eso en la vida real. La placentera invasión duraba mucho, cuando oyó a Rodrigo:
    
    -Mario, ya lo tienes. Seguro que ahora entra.
    
    Tenía que haberse convertido en un autómata, consideró Leo, porque Mario lo atrajo hacia sí, le hizo girar, lo obligó a ponerse en cuclillas y lo ensartó sin gran dificultad.
    
    El dolor momentáneo pudo obligar a Leo a saltar, pero además de que Mario lo aferraba como si fuera un trofeo, Leo no deseaba huir. Notaba que Mario permanecía ensartado por su hermano, por lo que le pareció prodigioso el empuje que empleaba con él. Su ...
    ... experiencia de ser penetrado era muy escasa y no anticipaba poder gozar con ello, pero Mario, adivinando el dolor, le estaba masturbando de un modo apremiante, convulsivo, como si tuviera prisa y de modo muy placentero.
    
    Rodrigo volvió a intervenir:
    
    -Ya… Déjamelo a mí, hermano. No creo que vaya a hacerle daño.
    
    Manejado como si fuese un pelele, lo atravesaron en la cama. En seguida, Mario, de pie, le ofreció el pene obligándolo a forzar los labios. Al mismo tiempo, Rodrigo cayó sobre él y lo invadió de un solo golpe.
    
    Ahora sí, el dolor fue extraordinario.
    
    Sentía los tobillos de Rodrigo apretando sus caderas, por lo que dedujo que estaba en cuclillas sobre su cuerpo para facilitar la penetración. No podía rebullirse por la presión de ambos y de inmediato notó las manos acariciándolo. Debían de ser las de Rodrigo, que tanto conocimiento había evidenciado poco antes, porque le tocaba como si fuera un quiropráctico o un experto digitopuntor, palpando, acariciando y apretando puntos que le hacían olvidar el dolor y que, al contrario, le producían placer. Ese chico parecía haber ido a una escuela sexual; su sabiduría no era natural.
    
    De modo insólito, cuando Leo cerraba los ojos veía luces de colores y llegó al convencimiento de que olía perfumes prodigiosos. Como si hubiera sido embrujado, Venezuela ya no era un lugar hostil sino amorosamente acogedor. ¿Qué le estaba pasando?
    
    Los gemelos se comunicaban sin apenas hablar; debían de haber desarrollado un código de gestos y ...
«12...5678»