1. Vanko y Elián, sexo salvaje


    Fecha: 13/08/2017, Categorías: Hetero Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    Era la víspera de uno de esos días de fiesta de la Comunidad en que nada tienes que hacer, me fui a la casa de mis padres a media tarde para estar con ellos, a que me mimen, como hace siempre mi vieja, y que mi viejo se rasque generosamente su faltriquera por mi gesto de estar con ellos. Tengo que decir que mi viejo cada vez que voy a casa sin prisas me unta bien. En la noche mis padres me contaron todas sus cuitas como problemas y la verdad es que problemas no tienen de ninguna clase más que la soledad, porque los hijos ya estamos emancipados. No tengo ni idea de por qué mis hermanos nunca van a visitarles ni llaman por teléfono para interesarse por ellos. Yo fui el último en irme, lo hice al acabar mi máster y con todas las bendiciones, me alquilé un par de habitaciones que no era del agrado de mi padre, por lo que me compró un dúplex como regalo de cumpleaños.
    
    El asunto es que cada vez que voy para varias horas o uno o dos días les acompaño a todo. A todo quiere decir a todo de verdad. Al levantarme por la mañana, eran las 9, me voy de la cama al desayuno que ya estaba preparado. Allí están mis viejos aguardando hasta que yo llegara. En el desayuno mi madre, que es de la junta parroquial y colaboradora en Caritas, me preguntó si querría acompañarla a la misa de 12:00. Le dije:
    
    — Mita, no tienes que preguntarme, tienes que decirme solamente, que yo vengo para estar con vosotros...
    
    Ellos lo saben, pero siempre, cada domingo, pregunta, por si me canso y de mí ...
    ... obtiene la misma respuesta. Mi padre nos dijo que a la salida de misa nos esperaría en la plaza de la Constitución, en el bar Monerris, para tomar algo y luego nos llevaría a comer al Náutico. Mi padre siempre va a misa en sábado con sus amigos de la Hermandad y luego cenan juntos, viene a casa hacia las once y siempre nos sorprende a mi madre y a mí conversando. Este día dijo:
    
    — Con lo que habláis cada vez que os dejo sueltos podríais escribir libros para llenar una estantería.
    
    Durante el desayuno, después de la invitación que me hizo mi madre, mi viejo, mirándome, dijo:
    
    — Prepárate y ármate de valor, te pondrás incómodo, hasta a mí me molestó, que ya es decir…, así que ya te puedes imaginar; si yo fuera tú, no iría hoy.
    
    Mi madre, con cara de preocupación, dijo:
    
    — No tengas cuidado, iremos a San Antonio, allí también es a las 12 en punto.
    
    Ni me negué en ir ni me apetecía ir, pero si mamá va, yo también, porque quiero acompañarla. Así quedamos, y así hicimos. A las 11:30 salíamos tomados del brazo mi madre y yo y nos fuimos a San Antonio despacio. Llegamos con tiempo para elegir asiento y mi madre eligió un segundo banco.
    
    Leyeron un pasaje de los 10 mandamientos, creo recordar que era del Deuteronomio, y en el Evangelio Jesús decía que había que amar a Dios y al prójimo, que eran los mandamientos más importantes. Al cura le dio por hablar del cuarto mandamiento, de la soledad y abandono de los padres y abundó en palabras para describir cómo era eso, entre otras ...
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