1. Vanko y Elián, sexo salvaje


    Fecha: 13/08/2017, Categorías: Hetero Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... en la última Navidad. Vanko no tenía costumbre de llevar reloj, se puso una pulsera de las baratas porque yo se lo indiqué.
    
    Al llegar nos saludamos. Mi madre muy besucona agradeció nuestros besos, mi padre buscó mi beso y lo halló. Vanko besó a mi padre y lo sorprendió muy gratamente. Nos sentamos a hablar y les dijimos que habíamos decidido vivir juntos, pero de momento no nos íbamos a casar por respeto a ellos. Mi madre quería hablar para darnos libertad, pero mi viejo le dijo que se callara. Entonces yo dije:
    
    — Para todo el mundo somos amigos, para algunos es mi empleado y para vosotros es mi amante.
    
    Quedó zanjada esta cuestión y mi padre se levantó para abrazarnos y darnos la enhorabuena. Mi madre no sabía qué hacer y dijo tímidamente:
    
    — Entonces…, mañana… la misa… ya no podrás acompañarme…
    
    De sopetón, Vanko, me puso la mano en la boca y dijo:
    
    — Mamá, como ha hecho Elián siempre, haremos ahora, solo que tienes un hijo más.
    
    Con lo exageradamente besucona que es mi madre, se levantó y lo besó muy cariñosamente con lágrimas en los ojos.
    
    — Ya lo ves mamá, así van a ser las cosas…, me parece que lo vas a querer tanto o más que a mí, solo por 20 euros que le diste, dije yo divertido.
    
    — Si los hijos costaran 20 euros no compraría ninguno, pero si cuestan cariño… es otra cosa, ¿no crees, Eliancito?
    
    Tiempo que no me había llamado Eliancito, últimamente solo era Elián. Nos fuimos a mi habitación a cambiarnos para ponernos más ligeros. Me puse un short ...
    ... jeans y una camiseta. Vanko me preguntó qué se ponía y le dije que mirara en su parte del armario. Allí estaba escrito en un conjunto de ropas con etiqueta: «Ropa para Vanko». Se rió y se vistió casi como yo, cambiaba el color de la camiseta, pues no tenía nada en color rojo.
    
    Después de cenar, nos sentamos a tomar unos whiskys —a mi madre le gusta el whisky— y a conversar, nos sinceramos con mi madre y quedó establecido el hecho de tener un hijo más. Cuando a las once llegó mi padre, vimos un rato la televisión hablando los cuatro casi a la vez hasta medianoche que nos metíamos en la cama.
    
    Esa noche no tuvimos sexo, todo fueron besos y contarnos nuestra grata experiencia vivida. Conversamos hasta casi la una pasada la medianoche con la luz apagada y bien pegados uno al otro, felices, muy contentos, cruzamos nuestras piernas, sentíamos nuestros penes entre nuestros muslos y nos encontrábamos bien. Cuando yo musité las tres avemarías que desde pequeño tenía por costumbre hacer en cada noche ya en la cama, me sorprendí que Vanko musitaba algo en su lengua materna, y poco a poco nos dormimos casi sin darnos cuenta.
    
    Al despertar fuimos a la ducha y al baño, alternábamos siempre para ganar tiempo y, vestidos como en la noche anterior, fuimos a desayunar. Le dije a mamá que Vanko también reza por las noches, pero no sabía qué.
    
    — ¿Qué rezas en la noche, Vanko?, preguntó mi madre.
    
    — El saludo del ángel a María, tres veces, me lo enseñó mi mamá desde pequeño, ¿es bien?, ...
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