CALL-BOY
Fecha: 29/01/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos
... hasta que me hace arrodillar ante ella para que le coma el coño y tener así su primer orgasmo. Tras recuperarse pasa a un rol distinto y soy yo quien le ordena lo que tiene que hacer (vamos zorra, a cuatro patas; te voy a romper el culo), le doy algún que otro sonoro azote en su gran culazo y varios pollazos de castigo en la cara (esto la pone tan loca que da grititos de excitación), hasta que penetro su mojadísimo coño y la follo durante muchos minutos en los que tengo que seguir diciéndole todo tipo de guarradas e insultos (si no la llamo puta varias veces no se corre). Tiene unos orgasmos largos, sonoros, tremendos, acordes con su gran tamaño. Suele dejar mi dinero (con una buena propina) sobre la mesilla de noche para no tener que hablar conmigo ni tan siquiera despedirme. Cuando me voy ya está durmiendo.
Una noche que volvía cansado del hotel y atajé por una zona mal iluminada por la que nunca nadie del barrio se suele aventurar, una pareja de jóvenes con aspecto de rapados neonazis me empiezan a chistar y gritar (eh, maricón, ven aquí, danos lo que lleves) y me cortan el paso con desafiante actitud (mira, mira, que elegante; si lleva bolso, seguro que es marica o un rojo de mierda). Mi padre se sentiría orgulloso de mí por lo que pasó a continuación: posición defensiva, guardia montada con las piernas bien afianzadas en el suelo y la satisfacción de darle una paliza a dos estúpidos con el cerebro lleno de mierda, gordos de cerveza, fofos y que no saben ni intentar ...
... defenderse. Una docena de puñetazos para cada rapado, repartidos entre estómago, hígado, bazo y el rostro los pone patas arriba en la habitación del sueño. No se si mi padre aprobaría la segunda parte: sobre una caída balaustrada de piedra sucia y enmohecida que circunda el pequeño descampado en donde me han atacado apoyo al primero de los nazis bocabajo, bajo sus vaqueros (no lleva calzoncillos) y después de ponerme un condón le doy unos golpecitos en la cara para que despierte lo suficiente para escuchar mi voz (eh, hijo de puta, te voy a dar por culo; tengo SIDA) y sienta entrar mi tiesa y dura polla (me ha puesto muy cachondo el incidente y me gusta que se queje al entrar mi rabo). Siete u ocho pollazos profundos, a fondo y entrando de golpe; después, puñetazo a la altura de la carótida y a dormir. Lo mismo con el segundo imbécil. Allí los dejo, en el suelo con los pantalones bajados, inconscientes y con el contenido de varias bolsas de basura que les he volcado por encima. Un último regalo: una tabla de una caja rota me sirve para darles un fuerte golpetazo en la boca. Los dentistas también tienen derecho a ganarse la vida. Nunca he aguantado a esta maldita gentuza. Al llegar a casa me ducho y me masturbo antes de dormir.
Todo esto que aquí he escrito empezó porque hace poco tuve mi primer gatillazo. No sólo me ha hecho recordar, sino que me estoy planteando nuevas situaciones. Me queda poco para cumplir los cincuenta años y me parece que me jubilo; ya vale de explotar ...