Ella sabe todo de mi (Parte 2)
Fecha: 30/01/2019,
Categorías:
Masturbación
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Mi amistad con Elia siguió creciendo progresivamente y a gran velocidad. Pasábamos todo el tiempo que podíamos juntas. Y se podía decir que, aunque ella era una persona tosca y seca la gran mayoría de las veces, conmigo se le salía la parte dulce y tierna, y no podíamos evitar tener momentos de amplias confesiones; como “Eres de lo mejor que me ha pasado en los últimos años”, o “No sé qué haría sin ti”.
Además del cariño que nos teníamos con las palabras, a veces había demasiado contacto físico; una caricia en el cabello, cosquillas aquí y allá, y en especial los besos en la mejilla al saludarnos y despedirnos, que se volvían cada vez más largos y peligrosamente cercanos a los labios. Pocas veces nos habíamos abrazado, pero yo atesoraba esos pocos momentos ya que había sentido sus fuertes latidos, su respiración entrecortada en mi cuello y sobretodo sus turgentes senos contra los míos, lo cual se tornaba en una sensación especialmente excitante para mí.
Empezaron a ser más frecuentes nuestras salidas, yo la llevaba a museos y conciertos, y ella me invitaba a algún bar a tomar unas cervezas o a shows de Drag Queens. Era una persona compleja y un alma vieja, y cada vez yo soñaba más con ella, pero no sabía si ella sentía lo mismo.
Yo solía invitar a Elia a mi casa, en la que aún vivía con mis padres, y acostumbrábamos hacer maratones de Netflix que terminaban con una pijamada hasta el día siguiente. Siempre dormíamos compartiendo la cama, porque caíamos rendidas a ...
... las 3 o 4 de la mañana después de hablar por horas de cualquier cosa. Elia y yo nunca nos aburríamos, y podíamos hablar de lo que sea.
Por mucho tiempo no hice más que preguntarme qué se sentiría besarla, ya que muchas personas decían que besaba como los dioses, y querían más de ella, pero nunca lo conseguían. Elia era una chica mala, que llevaba a las personas hasta la locura del deseo por ella, y luego de una noche, nunca los dejaba volver a probarla.
Un buen día en el verano, cuando ya habíamos terminado nuestro semestre en la universidad, Elia me contó que iba a salir a bailar con unas viejas amigas y que por ende no podríamos vernos ese fin de semana, ella no solía mezclar círculos sociales y por eso no me invitaba. Yo le dije que no había problema, que si quería hiciéramos un maratón de Netflix al siguiente fin de semana para compensarlo. En el fondo estaba un poco celosa, porque sabía de sus días desenfrenados con sus amigas, y cómo muchas habían disfrutado de sus labios en medio de la borrachera.
Ese viernes en la noche no tenía nada particular que hacer, sabiendo que Elia estaría en camino a reunirse con sus amigas y a bailar desenfrenadamente toda la noche en algún bar de moda de la zona rosa de la ciudad. Ella era una excelente bailarina, y a veces en las fiestas de la facultad había visto cómo robaba las miradas con sólo algunos movimientos de sus caderas.
Me di un baño caliente, comí algo ligero, y me encerré en mi habitación. Encontré en internet ...