1. Mi sobrino es un salvaje


    Fecha: 08/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos

    ... sus miradas, mientras charlaba animadamente con mi novio, me cayó la ficha: un chico de 18 años, lleno de hormonas, viviendo en la misma casa que yo… Era obvio que no me iba a mirar como a una tía precisamente.
    
    —Vení, te voy a mostrar tu cuarto —dijo Fabricio.
    
    Habíamos acordado que él iba a pasar a mi habitación, para dejarle el cuarto a Enzo. Lo que significaba que yo iba a compartir el mismo espacio con mi novio, cosa que no me gustaba, pero bueh. Ya de entrada, el pibe estaba rompiendo con mis costumbres.
    
    Dos meses, me repetí en mi cabeza. Solo dos meses. Tenés que tener paciencia, Delfi.
    
    —¿Y qué te pareció? —me dijo Fabricio a la noche, en la cama, acariciándome la cabeza.
    
    —Un animalito salvaje —le respondí, sin filtro.
    
    Él soltó una risa.
    
    —No seas mala.
    
    —No soy mala, es la verdad. Pero bueno, tampoco soy tan prejuiciosa. No digo que todos los pibes de barrio sean iguales… pero, no sé, me pareció raro.
    
    —Bueno… no imaginaba que iba a ser tan villero —reconoció Fabricio—. Juan Carlos no era así. Era un tipo humilde, sí, pero educado. De clase media tirando a baja. Yo tampoco pensé que su hijo iba a salir con ese vocabulario.
    
    La imagen de Enzo me vino a la cabeza. Esos gestos bruscos: abría las puertas de un tirón como si fuera a arrancarlas, se rascaba la cabeza con la palma entera como un perro mojado y escupía al costado cuando nadie lo miraba, con ese aire de "acá estoy yo". Había tirado frases como "¿Dónde me clavo el morfi?" o "¿Y qué ...
    ... onda con este barrio, dónde pinta la joda?" que me habían hecho contener la risa para no ser desubicada.
    
    Miré a Fabricio, que parecía estar en una especie de disyuntiva moral. Como buen progre de Buenos Aires, se veía obligado a tolerar todo, pero yo me di cuenta de que Enzo lo había intimidado un poco. No es que el chico hiciera algo malo, pero tenía modales rústicos y ese modo de hablar que te choca de entrada.
    
    Fabricio deslizó su mano por mi pierna, buscando distraerme.
    
    —Está bueno esto de dormir juntos —me dijo.
    
    —No, no está bueno —le respondí—. Es un imperativo social bastante tonto. Lo más cómodo es dormir por separado, como hacíamos antes.
    
    —Bueno… solo son dos meses —insistió, acariciando el interior de mis muslos por debajo del camisón de seda que tenía puesto.
    
    —Sí, solo dos meses —murmuré, apartándome de su mano—. Y espero que pasen rápido.
    
    Me levanté de la cama.
    
    —¿Qué hacés? —preguntó, desconcertado.
    
    Me quité el camisón y busqué una bikini para meterme en la pileta.
    
    —Voy a nadar —dije, mientras me ponía la parte de arriba—. No voy a cambiar mis hábitos por él.
    
    —No, obvio —dijo, aunque me miró con cara de miedo, como intuyendo que, ante el menor comentario imprudente, me la agarraría con él—. Hace calor, está lindo para nadar —agregó después, como invitándose a la pileta.
    
    Lo fulminé con la mirada, porque sabía que mi nado nocturno era un ritual. Mi momento sagrado.
    
    —Pero mejor voy a ver una película que me recomendaron —se excusó ...
«12...567...»