Mi sobrino es un salvaje
Fecha: 08/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos
... tomarlo como un simple cumplido.
—Gracias… —le dije—. Pero no sé qué tanta suerte tiene.
—Bueno, eso no te lo voy a discutir. Igual… él no es celoso, ¿no?
—¿Celoso? ¿Por qué lo sería?
—Y… con una mina como vos… Por cómo te vestís.
Fruncí el ceño, molesta. Sabía que era medio troglodita, pero no esperaba que me lo dijera así, tan directo.
—¿Y qué tiene de malo cómo me visto? —le respondí, cruzándome de brazos bajo el agua.
—Nada, al contrario, me encanta. Pero si tuviera una novia así, yo no sé…
—Es que no todos pueden tener una novia como yo —le solté, clavándole la mirada—. Y además, las mujeres nos vestimos como nos da la gana, tengamos novio o no. ¿Entendés?
—Claro, claro… de poder, pueden —dijo con una media sonrisa—. Pero por eso te digo que qué suerte tiene el tío, porque con vos al lado debe haber chabones que te miran con ganas todo el tiempo. Yo si estuviera con alguien así me tendría que agarrar a piñas todos los días.
—Yo sé defenderme sola —corté, seca—. No necesito que nadie demuestre su hombría por mí.
—Eso no te lo discuto —dijo él, sonriendo, mientras empezaba a nadar alrededor mío.
Me di cuenta de que hacía círculos como un tiburón rodeando a su presa. Me incomodaba a propósito, estaba segura.
—Bueno… yo ya me voy —anunció de repente—. Voy a subir por la escalerita, caminar hasta allá y agarrar la toalla… ¿sabés?
Lo miré, confundida. No entendía para qué me decía todo eso. Pero me di cuenta del ...
... motivo a medida que salía del agua: estaba desnudo.
Me quedé helada, con la boca entreabierta.
Su cuerpo, bañado por la luz tenue, parecía esculpido. Una espalda ancha, con algunas cicatrices viejas, como de raspones que no quise imaginar de dónde venían. Hombros marcados. Brazos tensos, venosos. Abdominales duros, de los que parecen tallados a cincel. Las piernas, gruesas y poderosas, que anunciaban una potencia terrible.
La verga le colgaba pesada, enorme, acorde a su tamaño corporal. No tenía una consistencia del todo fláccida. Se notaba que ese corto momento que tuvimos lo empezaba a calentar. No pude evitar pensar en cómo se vería esa verga erecta. Sería monstruosa, hermosa.
De repente, me clavó esos ojos verdes que brillaban en la penumbra. Se quedó parado en el borde de la pileta, sin apuro.
Me tapé los ojos, roja de vergüenza y bronca por mi reacción.
—Pensé que te habías dado cuenta de que estaba en bolas —dijo él, con una media sonrisa en la voz—. Por eso te avisé que salía, para que no miraras.
—Perdón… perdón, no quise —murmuré.
—No pasa nada, a mí no me molesta. Solo lo había mencionado por vos..
No vi su rostro, pero supe que estaba sonriendo, disfrutando de mi incomodidad.
Escuché cómo sus pasos húmedos se alejaban. Bajé la mano despacio y lo miré de reojo. Estaba secándose con la toalla.
Me odié a mí misma por darme cuenta de que yo también me había excitado. Definitivamente, tener a ese pibe en casa iba a ser para ...