1. El círculo. Cap.33. Las cosas que no queremos ver


    Fecha: 11/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos

    ... ya no lo necesitaba.
    
    Pero que lo elegía igual.
    
    __
    
    La madrugada tenía ese peso tibio de lo irreal. Las calles de Villa Coapa estaban vacías, húmedas por la lluvia de la noche, iluminadas por el amarillo opaco de los faroles públicos. Afuera, todo parecía quieto. Pero adentro, en la casa de los padres de Abril, el silencio respiraba con ecos de infancia, de muebles viejos y fotografías enmarcadas en las paredes.
    
    A las 2:17 de la mañana, alguien tocó dos veces, muy suave. Abril ya estaba despierta.
    
    No sabía por qué, pero desde hacía más de una hora había estado dando vueltas en la cama, con la bata puesta sobre la pijama y el corazón palpitando como si su cuerpo supiera lo que su mente aún no admitía.
    
    Abrió la puerta.
    
    Ahí estaba Damián.
    
    Con la camisa sin abrochar del todo, la barba crecida, los ojos rojos por el cansancio o por algo más hondo. La lluvia lo había dejado con el cabello alborotado. No sonrió. Solo la miró. Como si verla frente a él lo desarmara de golpe.
    
    Abril tampoco dijo nada. Solo lo miró. Y luego, sin pensar, le dio un golpe seco en el pecho con la palma abierta.
    
    —¡Idiota!
    
    Él aguantó sin moverse.
    
    —Te odio.
    
    Pero no lo decía en serio. O tal vez sí, pero no del todo. Porque cuando Damián la abrazó —la rodeó con los brazos grandes, cálidos, firmes— ella se quebró. Su cara se hundió en el cuello de él. Su olor la atravesó como un recuerdo.
    
    Todo estaba bien.Otra vez.
    
    Dentro de la casa reinaba un silencio doméstico. Solo ...
    ... se oía el murmullo de un ventilador lejano, el goteo de una llave mal cerrada. El padre de Abril roncaba al fondo, su madre dormía con la televisión prendida en la habitación contigua.
    
    Caminaban en puntas. Se reían sin voz.
    
    Sentados en el sillón del estudio, con las luces apagadas, Abril lo abrazó por el cuello y lo besó. Lento. Cansada. Vulnerable. Él la sostuvo fuerte, y cuando ella se quebró otra vez, llorando en silencio, solo le acarició el cabello.
    
    —Pensé que me habías dejado sola —susurró, mojándole la clavícula.
    
    —No podía dejar que alguien descubriera que tengo corazón —bromeó él.
    
    Ella rió entre lágrimas. Le dio un manazo.
    
    —Naco.
    
    —Te quiero senadora.
    
    —¿Qué?
    
    —Vi la transmisión en vivo —dijo, con una sonrisita ladina—. Te entregaron la constancia de mayoría, ¿no?
    
    Ella lo miró con sorpresa.
    
    —¿La viste?
    
    —Sí. Te veías buenísima. Así, con esa falda de señora pero moviéndola como candidata de OnlyFans.
    
    —¡Eres un naco!
    
    Él se rió en voz baja.
    
    —Oficialmente. Tú también. Ya eres senadora, nena.
    
    Ella se mordió el labio. Había algo más en su mirada. Algo tímido, suave. Se acercó a él y le acarició la cintura, despacio. Notó un rasguño debajo de su ombligo. No dijo nada.
    
    —Alguien nos puede oír —susurró.
    
    —Entonces nos callamos.
    
    Se tomaron de la mano, como adolescentes. Subieron las escaleras sin hacer ruido. Pasaron por el pasillo de madera crujiente, entre retratos familiares. En la puerta del cuarto de Abril, se miraron, como ...
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