El círculo. Cap.33. Las cosas que no queremos ver
Fecha: 11/09/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos
... gritándole de niño? ¿O era la de Helena? ¿O la de los hombres muertos que había traicionado? Las palabras se mezclaban en un caldo espeso que le nublaba el oído.
—Él no va a poder... —empezó a decir, pero su voz sonaba hueca.
—Él ya pudo. No estás en guerra. Estás en el ocaso.
Helena caminó despacio hacia la puerta. Cuando pasó a su lado, se detuvo. Se le acercó al oído.
—Ya no tienes poder. No sobre mí.
Y salió. Sin voltear.
Lorenzo se quedó solo, en la sala que una vez había sido su capilla privada. El jazz sonaba, pero cada nota parecía durar años. Una trompeta estirada, infinita. Un piano que goteaba como una gotera en un cuarto sin luz. ¿Era martes? ¿Era hoy? ¿Era la última noche antes de que todo se derrumbara? No recordaba.
Le temblaban las manos, pero ya no sentía que fueran suyas. Las miró como si fueran las garras de un animal que no recordaba haber domesticado. Sintió calor en la espalda, pero frío en los hombros. La lengua le sabía a cobre, o a sangre, o a nada. Se rascó el pecho y creyó sentir insectos debajo de la piel.
Ya no era el amo del círculo. Era un recuerdo mal vestido. Un cadáver que todavía no se daba cuenta que estaba muerto.
Se sentó, abrió la boca y no salió ningún sonido. Miró el vaso vacío, pero no recordaba haberlo bebido. '¿Soy yo? ¿Quién se ha quedado aquí?', se preguntó. Y en ese instante, Lorenzo ya no era Lorenzo. Solo un eco en una sala que ya no le pertenecía
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La habitación era simple. Un hotel de paso ...
... en la Roma Sur, discreto, sin cámaras en los pasillos, con sábanas blancas bien lavadas y paredes color marfil. El aire olía a jabón neutro y a las primeras gotas de lluvia que comenzaban a mojar el asfalto allá afuera.
No se citaban. Solo coincidían.
Esa noche, como tantas otras en las últimas semanas, Helena estaba ya en la cama, envuelta en la toalla, descalza, con el cabello húmedo cayéndole sobre la espalda. El maquillaje corrido de los ojos hablaba de una tarde larga, o de una vida larga. Fumaba un cigarro delgado. En la mesita de noche, una copa de vino tinto. En la mirada, espera. Deseo. Dolor.
La cerradura sonó. Entró Damián. No dijo nada. Tampoco ella.
Él se quitó la chamarra, la camisa. Estaba mojado por la lluvia. Gotas le caían por el cuello, le marcaban el pecho y bajaban como caminos de fuego hasta su ombligo. Helena lo observó sin moverse. Como si fuera un presagio. Como si tuviera que saborearlo con los ojos antes de devorarlo.
—Sí traicioné —dijo él al fin, mientras se desabrochaba el cinturón—. A Lorenzo, al partido, a los pactos. Pero no al Círculo.
—Ya sé —contestó ella, con voz ronca.
Se quedó en silencio un instante. Luego dijo, sin adornos:
—Yo lo amé. O eso creía. A Lorenzo. Desde que era niña.
Damián se detuvo. La miró por primera vez, como si la escuchara desde otro lugar.
—Me trajo a los doce. Éramos varias chicas del este. De Ucrania. Nos dijeron que íbamos a trabajar de modelos. Solo yo sobreviví. Las otras… fueron ...