El círculo. Cap.33. Las cosas que no queremos ver
Fecha: 11/09/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos
... César.
Era grotesco. Inmenso. No solo largo, sino grueso, caliente, lleno de venas. Una maldición y una promesa.
—Despacito —susurró ella, abriendo las piernas sin miedo.
Pero él no podía. Había demasiada rabia. Demasiada culpa. La embistió con un gemido roto, y ella soltó un grito, no de dolor puro, sino de desgarro. Él entró solo a medias, y aún así sintió que se rompía, su espalda arqueándose por reflejo, su cadera queriendo adaptarse.
—¡Espera! —dijo ella, pero no se detuvo del todo.
Él la sostuvo por las muñecas, arriba de la cabeza. La besó en la boca con violencia. No hubo ternura. Su lengua se clavó en la boca de Valeria. Fue desesperación, hambre, búsqueda.
Y entonces ella lo sintió todo. Llenándola. Rasgándola. De sus ojos, salieron dos lagrimas gruesas, de dolor y de algo más profundo, más sucio, más antiguo. Pero no pidió que parara. Se aferró a él. A ese dolor. A ese tamaño que no pedía permiso, que no era romántico, que no era justo… pero que la hacía sentir viva.
Por un segundo, Valeria sintió que se partía en dos: la mujer que gritaba de dolor y la otra que la miraba desde fuera, fría, casi compasiva. '¿Esto soy yo? ¿Así es como quiero sentirme viva?', pensó. Y entonces, el placer la arrancó de cualquier respuesta.
El primer orgasmo llegó con furia. Un espasmo. Valeria se aferró a su espalda con las uñas. Luego vino otro. Más hondo, más humillante. Ella no entendía por qué su cuerpo le respondía así, por qué se le quebraba la voz ...
... mientras decía su nombre.
—César... César...
Él gruñía como un animal. Se movía como un toro herido. Pero al final, se detuvo. Cayó sobre ella. La llenó. Entera. Hasta el fondo.
—Gracias —susurró él, con los labios en su cuello—. Gracias por estar aquí.
Cuando Valeria le acarició la cabeza, sintió que lo hacía con todas sus versiones anteriores: la niña obediente, la amante rota, la estratega silenciosa. Lo hizo porque sabía que a veces el poder se ejerce también desde el lecho, desde la ternura rota. En ese instante, comprendió que no era una víctima. Ni siquiera era una reina. Era un puente: el cuerpo como última frontera antes del silencio.
A lo lejos, en la sala, el celular vibraba en la mesa. Llamada perdida: LORENZO. Pero nadie la vio. Porque en esa cama, Valeria entendía todo. Lorenzo ya había elegido. Ella no era su mujer. Nunca lo fue. Era una ofrenda. Un obsequio. Un gesto final de un dios que sabía que iba a caer.
Y ella... ella ya había aceptado su nuevo altar.
__
El club no tenía nombre. No lo necesitaba. Su existencia era conocida solo por los que realmente importaban. Ubicado en la parte alta de una casona porfiriana en la Juárez, se accedía por un elevador discreto al fondo de una librería clausurada. Nadie hablaba del lugar, pero todos los que alguna vez tocaron el poder habían pasado por ahí.
Lorenzo lo conocía bien. Lo había mandado restaurar hacía veinte años. Alfombras persas, lámparas de alabastro, techos abovedados con estucos ...