1. El círculo. Cap.33. Las cosas que no queremos ver


    Fecha: 11/09/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos

    ... originales. Música de jazz suave que parecía nacer del aire. Y silencio, sobre todo. Silencio pactado.
    
    La sala de terciopelo rojo estaba casi vacía, salvo por una figura. Helena.
    
    Estaba sentada sola, junto a una mesa redonda de mármol oscuro. Una copa de vino en la mano. Las piernas cruzadas. Un abrigo de lana gris caía sobre su silla. Vestía negro. Un vestido sobrio, de tela gruesa, sin escote, sin brillo. Un cinturón que marcaba su cintura con precisión. El cabello suelto, brillante, peinado hacia un lado. La piel de porcelana. Los ojos de humo.
    
    Lorenzo se detuvo en el umbral. La vio. Y algo dentro de él, algo muy primitivo, se removió. Rabia. Entró.
    
    —Sabía que vendrías —dijo ella, sin voltear.
    
    —Claro que vine —respondió él, con voz baja, seca—. Esta vez no vas a esconderte detrás de tus discursos.
    
    Ella giró la cabeza apenas. Lo miró.
    
    —No me he escondido. Solo dejé de obedecer.
    
    Lorenzo avanzó despacio, como un animal que ronda a su presa. Cerró la puerta detrás de él.
    
    —Eres una traidora.
    
    Ella dio un sorbo a su vino. Sus labios eran precisos, pintados de un tono pálido. Su expresión era la de alguien que ya no le debe miedo a nadie.
    
    —Sí —dijo simplemente—. Si eso te ayuda a entenderlo.
    
    Él se detuvo frente a ella.
    
    —Te hice. Te construí. Desde que saliste de ese puto barrio en Odesa. Te convertí en una diosa. Y ahora te das el lujo de juzgarme.
    
    —Tú no me hiciste. Me vestiste. Me usaste. Me moldeaste a tu fantasía. Pero lo que soy… eso ...
    ... lo construí sola. Con el dolor. Con la soledad. Con todo lo que tú no viste cuando me desnudabas frente a cincuenta hombres que te temían más a ti que a Dios.
    
    Él levantó la mano como para soltar una cachetada. Helena no se movió. Lo miró a los ojos. Fija. Firme. Inmóvil.
    
    —¿Vas a pegarme, Lorenzo?
    
    Él apretó los dientes. El cuerpo le temblaba.
    
    —Yo soy el Círculo.
    
    —Fuiste. El ciclo terminó. Ya no hablas con los mismos dioses. Ya nadie te escucha cuando ordenas. Sigues caminando entre las ruinas de tu imperio como si estuviera intacto. Pero te tiemblan las manos. Hasta cuando tocas un vaso.
    
    Él dio un paso hacia ella. El rostro se le tensó. La furia se le enredaba en la mandíbula. Y entonces sonó su celular. Vibración insistente. Dudó. Lo sacó. Vio el nombre del asesor. Contestó.
    
    —¿Qué?
    
    Una pausa.
    
    —¿Estás seguro?
    
    Otra pausa.
    
    —¿Cómo supieron?
    
    La voz del asesor al otro lado era urgente, seca, precisa.
    
    “Lo rastreamos. La operación de defección en la Ciudad fue ejecutada por Damián. Los programas sociales, los transportistas, los comerciantes. Todo lo orquestó él. Ya entrevistamos a varios funcionarios”
    
    Lorenzo no respondió. Solo se quedó mirando al vacío. La mano le tembló. Colgó. Helena ya estaba de pie.
    
    —Damián te comió por dentro. Y ni siquiera lo viste venir. Porque estabas demasiado ocupado cogiéndote a su hija.
    
    Se escuchó a sí mismo hablar, pero no reconocía la voz. 'Yo soy el Círculo', murmuró. ¿Era su voz? ¿O era la de su padre ...
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