¡La Concha de mi Hermana! [09]
Fecha: 17/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos
... estaban dando un masaje en la punta del glande, digno de un spá de esos “con final feliz”. No se cómo, pero había conseguido abrirme la bragueta. Lo único que había entre sus dedos y mi verga, era la delgada tela de mi bóxer.
La pantalla mostraba gráficos que había visto mil veces, pero de pronto parecían en otro idioma. Las palabras me salían de memoria, como un encantamiento aprendido, pero mi mente estaba en otra parte. En el peso exacto de un silencio. En el calor que no venía del aire acondicionado.
No podía mirar a Katia. No quería. Había algo peligrosamente vivo en el ambiente. Una electricidad quieta, contenida. Como si todo estuviera por volverse un escándalo, pero sin que nadie hiciera un solo ruido.
Y entonces, Silvia Daneri habló.
—Está bien —dijo, cruzando las piernas con precisión quirúrgica—. Basta de esta farsa.
Stella apretó la mandíbula. Yo me congelé. Katia se estiró el tirante de la musculosa con una sonrisa inocente, como si aún no hubiera notado que su pezón estaba a una decisión de aparecer en escena.
—Mirá, Silvia… —empezó Stella, como si ensayara un intento de control de daños—. Sé que cometí un error con las fechas. Fue una confusión menor, técnica. Estoy segura de que podemos solucionarlo esta semana.
Silvia alzó una ceja.
—No me interesa el error. Ni ese, ni otros más groseros que encontré en tu presentación. Estoy dispuesta a ignorarlo todo. Aunque eso me lleve horas de trabajo extra. Y justamente eso es lo que busco. Una ...
... compensación, por todo lo que me va a costar salvarte el culo. Nunca vi un informe tan desprolijo.
Yo pestañeé.
Stella tragó saliva. Katia buscó un clip con la misma fe con la que se busca un trébol de cuatro hojas.
—¿En serio? —dijo Stella, entusiasmada—. ¿Y qué necesitás a cambio?
Silvia, sin dejar de masturbarme por encima del bóxer, dijo:
—Quiero un rato a solas en esta oficina.
Pausa.
Silencio.
Stella miró a Katia. Luego a mí. Luego de nuevo a Katia.
—¿Katia? —preguntó, y giró hacia ella—. ¿Estarías dispuesta a…?
—¿Qué? —interrumpió Silvia, molesta—. ¿Quién habló de Katia?
Stella frunció el ceño. Yo intentaba explicarle con la mirada lo que estaba ocurriendo bajo la mesa. Stella ni se fijó en mí.
—Es que… me diste tu número. En una nota. Con corazones —dijo—. ¿No era para Katia?
Silvia la miró como si acabara de descubrir que su vaso tenía un mosquito adentro.
—¿Acaso tengo pinta de lesbiana? —dijo, con una frialdad de bisturí—. Te di la nota... y creí que era obvio a quién iba dirigida.
Stella no supo qué decir. Literalmente. Su boca se abrió un poco. Ningún sonido salió.
Yo sentí cómo la sangre abandonaba mis piernas… y se me subía hasta la punta de la chota.
—Yo… —empezó Stella, débil—. Supuse que… por cómo la mirabas a Katia…
—La estaba evaluando. Técnicamente. Igual que al informe. Aunque, debo admitir, su intento de seducción fue… peculiar.
Katia sonrió como si hubiera ganado una medalla de plástico que dice ...