1. ¡La Concha de mi Hermana! [09]


    Fecha: 17/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos

    ... que no abandonaba las tetas de Katia ni por un microsegundo.
    
    Stella, por supuesto, no dejó pasar la oportunidad:
    
    —Bueno, si estamos evaluando volúmenes, no olvidemos lo más importante: esas tetas son una obra maestra de arquitectura blanda. Estan para hacerles “Brrrrffff” con toda la cara.
    
    Excelente, Stella. Otro grandísimo ejemplo de “Sutileza nivel Bananero”.
    
    Silvia sonrió por primera vez. Apenas. Pero lo suficiente como para que me temblara el alma.
    
    —Ya lo creo —dijo, sin apartar la vista.
    
    * * *
    
    —Me mató lo que dijo Stella —comentó Katia, con esa sonrisa que se le escapa cuando está por mandarse una boludez—. “Arquitectura blanda”. ¿Quién habla así, boludo? ¡Parecía una crítica de arte tocando tetas.
    
    No contesté. Solo me limité a masajearme el entrecejo, como si pudiera borrar el recuerdo con la presión justa.
    
    —A mí me dio gracia —confesó ella, encogiéndose de hombros—. Me la aguanté, pero te juro que estuve a un milisegundo de reírme fuerte. Tipo carcajada real. De esas que te hacen escupir la Coca por la nariz.
    
    —Me dio vergüenza ajena —dije, sincero.
    
    —Ay, pero fue buenísimo —insistió—. “Están para hacerles Brrrrffff con toda la cara”. Ni el Bananero se anima a decir eso durante una reunión de auditoría. Aunque… bueno, capaz que él sí.
    
    —Y Stella —dije—. Stella lo dijo… y ni se inmutó.
    
    Nos miramos. Ella se rió de nuevo, bajito. Y yo, contra todo pronóstico, también.
    
    Pero en el fondo... todavía me temblaba el alma.
    
    * * ...
    ... *
    
    Katia seguía a lo suyo, tirando del clip como si estuviera intentando sintonizar una frecuencia de FM Tetánica 96.9: la radio que vibra con vos.
    
    Yo, mientras tanto, me fundía lentamente en la silla, sin saber si reír, gritar, o directamente renunciar y dedicarme a plantar orégano en el balcón.
    
    —Ahí está… —murmuró, doblando el clip por cuarta vez—. ¿Ven? Como nuevo.
    
    No. No era como nuevo. Su camisa ahora estaba sostenida por un hilo de fe y dos curvas peligrosamente fuera de rango.
    
    —¿Decías algo, Abel? —preguntó Stella, que estaba absolutamente divertida.
    
    —Sí —dije, sin saber a quién mirar—. Estaba explicando el plan de eficiencia presupuestaria —ya ni sabía si estaba hablando de eso o no—. Pero creo que… quizás… lo dejo en un informe por escrito.
    
    La auditora asintió. O al menos movió la cabeza. Puede que fuera un espasmo.
    
    Y yo, con el poco orgullo que me quedaba, me prometí que al salir de esa sala iba a fingir un llamado urgente. De tres días de duración.
    
    La reunión terminó, por fin. La auditora estrechó manos con la delicadeza de quien ya se olvidó de todo lo hablado, menos del corpiño de encaje.
    
    Stella se ofreció a acompañarla hasta la salida, con ese tono suyo de anfitriona pícara que parece siempre al borde de un chiste subido de tono.
    
    Y así, por unos minutos, me quedé solo con Katia en la sala de reuniones.
    
    La miré. Seguía en tetas. Su camisa maltrecha descansaba sobre la mesa, como si también se hubiera rendido.
    
    * * *
    
    —¿Qué fue lo ...
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