1. Pausa matrimonial = despertar sexual


    Fecha: 19/09/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Diosa Nix, Fuente: TodoRelatos

    ... celebrarlo.
    
    Después de cenar en un restaurante del Barrio Gótico con gente de la editorial, nos quedamos solos. Era la primera vez que veía a Roberto con traje, parecía un modelo de pasarela. Él no dejaba de mirar mi falda ajustada por encima de la rodilla y mi blusa blanca. Acabamos en una discoteca enorme que tenía hasta cuarto oscuro.
    
    —¡A menudos sitios me traes! —Le digo bebiendo la segunda copa.
    
    —Yo no conozco Barcelona. Me gustó y punto. En los sitios de ambiente no prohíben la entrada a heteros. ¡No me digas que no has estado en ninguno! —Me calza un morreo.
    
    Me pareció improcedente revelar la verdad: a la Esther anterior a nuestro polvo en la playa, ir a un garito de maricones y disfrutar haciendo lo que le salía de su glorioso coño le parecería criticable. Mi vida social de casada se limitaba a Puri, su marido y varias parejas de sesentones del mismo estilo. Roberto me había rejuvenecido el coño… y la mente.
    
    —He hecho más cosas nuevas desde que te conozco, que en los veinte años anteriores a torcerme el tobillo… —Me río, sacándolo a bailar.
    
    Estaba tan eufórica que acabé perreando en medio de la pista, jaleada por palmas y silbidos de dos docenas de tíos desconocidos. Roberto no daba crédito.
    
    —Como sigas así, tendrás que comerme la polla de lo dura que me la estás poniendo.... —Me susurra.
    
    Me giro y lo morreo para cerrar el baile, ante el aplauso definitivo de los espectadores.
    
    —Mejor. Con lo cachonda que estoy, necesito polla por cualquier ...
    ... agujero. —Se la acaricio sobre el pantalón—. Vámonos.
    
    No me hizo falta repetírselo. Acalorados y algo borrachos por todo lo que habíamos trasegado, acabamos morreándonos en el ascensor del hotel. A medio camino bloqueé la subida y me quité los tacones para comer mejor el palo que pugnaba por salir del pantalón de pinzas.
    
    —Esther… ¿aquí? —farfullaba mi hombre, no muy lúcido.
    
    —¿No querías que te la comiera? Pues tengo hambre de polla y el que tenga prisa a las cinco de la mañana que use otro ascensor.
    
    Me arrodillé a acariciarle la verga. Me metí sus huevos en la boca, que apenas tenían vello y gocé como una cerdita. Cuando me cansé, le eché un buen escupitajo y lo repartí con la mano por todo el tronco sin dejar de mirarlo a los ojos. Me clavó los suyos:
    
    —Eres… ummmm… mi mujer ideal… quiero… quiero ser tu hombre el resto de mi vida…
    
    —Y yo quiero comer este rabo el resto de mi vida…
    
    Me lancé a mamársela como si llevara un mes en ayunas. De vez en cuando miraba de reojo mi propio reflejo en el espejo, con el carmín corrido y los ojos enfebrecidos por la borrachera. Le comí los huevos, lamí, chupé con desesperación mientras lo oía jadear como un perro. Noté que se iba a correr y paré.
    
    —Joder, no me dejes así, nena —protesta él.
    
    Me doy la vuelta y me pego a la pared opuesta con las piernas bien abiertas.
    
    —Pues métela…
    
    Enseguida lo tenía detrás de mí, respirando a trompicones y mordiéndome el cuello.
    
    —Además de preciosa eres una puta exquisita… ...
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