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Mi sobrino me ayuda y acaba metido en mi cama
Fecha: 25/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos
... conquistado con la seguridad de quien no necesita tantear el terreno. Su otra mano se cerró sobre mi mandíbula, obligándome a mirarlo a los ojos mientras su dedo deslizaba círculos lentos pero implacables sobre mi punto más sensible. —¡Pídemelo...! El tono de su voz me desarmó. No era un ruego, era una declaración de guerra. Intenté desafiarlo, pero la presión de su mano y la embestida de sus dedos abriéndose paso en mi interior me hicieron rendirme sin plantear batalla. —¡Fóllame por favor! En brazos y sin dejar de besarme, desplazó el campo de batalla y me llevó al dormitorio que ya había sido testigo de nuestro primer encuentro. Mientras se quitó la camisa como un malabarista, me tumbó sobre el colchón, se situó entre mis piernas y comenzó a devorarme el coñito. Su lengua y las caricias de sus dedos, tardaron poco tiempo en recibir el regalo de mi líquido saludándolo, en señal de agradecimiento. Sin permitirme recuperar el aliento, deslizó tres dedos dentro de mí, hundiéndolos hasta el fondo para que no bajara de mi excitación. —¿Me has echado de menos? —gruñó rozándome con sus labios, sin llegar a besarme. —Sí —suspiré con dificultad. Comprobado que mi coñito seguía en un punto de humedad y dilatación óptimo, sacó sus deditos de mi templo, me abrazó con fuerza por las caderas, sujetándome como si no pesara nada, mientras me alzó como quién levanta sacos en el campo y me subió sobre él, con las piernas abiertas y sus manos enganchadas a mi ...
... cintura. —¿Qué…haces? —jadeé, sintiendo cómo mi equilibrio se desvanecía. Con un solo movimiento, me alzó un poco, abrió sus rodillas y me sostuvo contra sus muslos, como si fuera una prolongación de su propio cuerpo. Su fuerza era brutal y ejercía un dominio inquietante. —Ahora vas a bailar sobre mí —murmuró, sosteniéndome en el aire sin esfuerzo, sus músculos marcándose. Imaginé el desgarro que me venía encima. Le pedí un minuto. Tomé mi crema lubricante para evitar quedarme fuera de juego al inicio del fin de semana. Su mirada ante la crema era de ignorancia. Seguramente las veinteañeras que se hubiera follado no lo necesitaban. —Es lo que tiene follarte a una madurita, necesito lubricarme un poco. Ayudó a darme la crema, metiendo sus dedos en mi coñito, entre temblores de mi cuerpo tan poco acostumbrado a una ayuda de este tipo. Estiró la boca hasta mi cuello, con su lengua recorriendo mi piel, saboreando el temblor que se apoderaba de mi cuerpo. No era capaz de procesar su forma de dominarme, solo podía sentir sus manos en mis caderas, la manera en que me sostenía como si mi cuerpo no fuera más que un juguete para él. Descendí para que me entrara su polla. Cuando sentí la punta rozando la entrada a mi vagina, se me escapó un gemido. —Vamos, ahora quiero que me folles tú —gruñó tirando de mí para que su polla entrara más. La fuerza de la penetración me desagarró. Mi amor propio se tambaleaba con la crudeza de sus palabras a las que no estaba ...