1. Mi sobrino me ayuda y acaba metido en mi cama


    Fecha: 25/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos

    ... acostumbrada, pero aliviada con mi crema, no estaba dispuesta a ser vencida en el combate.
    
    Dejé caer mi cuerpo sobre él cuando la sentí dentro por completo, como si se hubiera abierto un agujero negro, nunca mejor dicho, por donde un meteorito sexual me arrastró por el universo.
    
    No me soltó, asegurándose de que no pudiera moverme y de que cada centímetro de su pene se hundiera hasta lo más profundo de mi vagina. Sin darme tiempo a que me amoldara, me inclinó un poco hacia adelante, ajustando su agarre y comenzó a moverme, subiéndome y bajándome con un ritmo implacable.
    
    La vista de su joven polla follándome, me hizo entrar en un schock sexual y entonces, subida sobre él, con su polla bien incrustada, exigí a mi montura al límite y lo cabalgué como si me persiguieran los rangers de Texas. La tenía dura como una piedra y mi coñito hacía años que no sentía nada igual, ni con el José Luis más joven.
    
    Cada vez que me levantaba y me dejaba caer sobre su erección, una corriente recorría todo mi cuerpo, haciendo que me arqueara y temblara entre sus brazos. Era una sensación indescriptible, mis pechos rebotaban con cada embestida, como si él tuviera el control absoluto de todo lo que podía sentir, devorándome sin piedad.
    
    —Te gusta que te folle... —jadeó él, su mirada puesta en mi, con la misma fascinación con la que un depredador contempla su presa atrapada.
    
    —¡Aggg! —Grité violentamente cuando empujó de nuevo su erección contra mí —. Sabes que sí…
    
    Me sujetó con ...
    ... más fuerza. Sus manos me movieron con un ritmo feroz, cada embestida marcando territorio, enterrándome en lo más profundo de su polla. Atrapada entre sus brazos, con la piel húmeda y mi cuerpo temblando, no había reglas, no había límites. Solo conquista.
    
    —Me ha costado seducirte, pero al final eres mía… —su voz era un susurro envenenado, pura lujuria concentrada en su autoridad.
    
    —Lo has hecho con maestría —le reconocí.
    
    Todo mi cuerpo ardía, cada músculo tensándose anticipadamente, cada golpe llevándome más y más alto, hasta el borde del abismo. Era imposible llegar más alto, no era normal disfrutar así. El placer se acumulaba en mi vientre con cada golpe preciso. Estaba exhausta, sintiendo el contacto de su miembro entrando y saliendo de mi coñito, a punto de ser arrastrada por un nuevo orgasmo y quise arrastrarlo conmigo. Apreté todos los músculos de mi pelvis, como había aprendido a hacer desde que di a luz a Esther, contrayéndolos alrededor de su miembro y uní mis manos para que apretaran su polla a la vez, estrujándola, mientras lo vi sufrir espasmos incontrolables. Su cuerpo se sacudió violentamente sobre mí, gritando, y con un último golpe, se dejó ir, llenándome por completo y provocando también que acabara corriéndome.
    
    Cayó a un lado, con un suspiro satisfecho, deslizando una mano por la piel ardiente de mis muslos. Yo le sonreí con mi cabeza reposando en la almohada, aún con el pulso desbocado. En la habitación, el silencio solo era roto por nuestras ...
«12...171819...22»