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Mi sobrino me ayuda y acaba metido en mi cama
Fecha: 25/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos
... mandábamos mensajes de risas, como si fuera un amigo de salidas, de los que no tenía ninguno. Un día, me acompañó a Ikea donde yo quería ver muebles para el piso y quería que le diera ideas para el suyo. Comimos allí e hicimos risas sobre el hecho de que pocos hombres soportan un recorrido entero de Ikea. —Vais a tener pisos muy acogedores —le animé. —Daremos una fiesta de inauguración, en ambos pisos. —Una para los mayores —añadí yo. —Para mi madre y tu marido. Tú vendrías a la de los jóvenes. Sonreí halagada, me sentí muy bien con él. Pasados unos días, me sorprendió una llamada de mi ex. —Te invito a comer. —¿Como es eso? —pregunté extrañada. —Quiero comentarte un tema de Pablito. No quiso adelantarme nada. Nos citamos a las dos, en el club cerca de casa. Tras un saludo formal, fue directo al grano. —Como siempre has querido que tus hijos tuvieran un piso, me ha llegado una operación inmobiliaria muy interesante para comprar un piso. Podría ser para Pablito. Le miré sorprendida de ese cambio de actitud que iba en contra de lo que llevábamos hablado hasta entonces. —Cuéntame la operación y cuál sería mi parte. Tuve que hacer un esfuerzo para no saltar cuando me describió el mismo piso que tenía reservado y que fui a visitar. Me extrañó porque él no era cliente de mi banco. —¿Cómo te ha llegado la información de ese piso? —Me llamó Alvarito y me dijo que había comprado un piso de un banco y que había otro que era una ...
... oportunidad. —¿Alvaro? ...—repetí haciéndome la sorprendida, tratando de atar cabos. —Coño, Alvarito, tu sobrino. Me convenció de que es una super oferta y me animó para que se lo comprara a Pablito. No salía de mi asombro. Álvaro había maniobrado de una manera increíble para conseguir que se implicara sin que percibiera su estrategia. —No sé, tú eres el que entiendes. Y si le puedes echar una mano a Alvarito, mejor, ya sabes lo que me gustaría ayudarle —Necesitaba seguirle la corriente para que lo asumiera como algo suyo—. ¿Qué quieres que haga yo? —No mucho. El cabrón de tu sobrino ya necesita poca ayuda, es un águila. Me ha mostrado unos beneficios fiscales a los que puedo acceder y he pensado, si te parece bien, que yo asuma la compra del piso frente al banco y tú te haces cargo de los gastos de desocupación, de la reforma y de amueblarlo. Como ves, tu parte es sensiblemente inferior a la mía. No salía de mi asombro. ¡Era fantástico! Sentí un agradecimiento profundo por mi sobrino. —Sabes que siempre he confiado en ti en el tema de negocios. Me alegro de que hayas pensado en Pablito —tras halagarlo, aproveché para cerrar la operación de mi hija—. Si te parece bien, cuando vayamos al notario, hacemos la donación a Esther del piso y así dejamos a los dos igualados. Brindamos y acabamos la comida en un tono que hacía meses que no manteníamos, acabando de sellar la paz entre nosotros. —¿Por qué no me invitas a casa? Podríamos dormir una siesta para ...