1. El día que me senté en la primera fila


    Fecha: 01/10/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: SraFernanda, Fuente: TodoRelatos

    ... cadera, el gesto entre maternal y provocador, y sonrió como si acabara de dar una lección de Historia viva. —Y sí, chicos, también se ve sexy una mujer que exige respeto. Así que, más tarea y menos comentarios pendejos, ¿les parece?
    
    Sus palabras tenían un tono maternal, pero también cierto coqueteo juguetón, como si supiera que su autoridad pasaba por algo más que libros y calificaciones. El aula enmudeció apenas unos segundos, y Leo, sonrojado hasta las orejas, intentó disimular su sonrisa mientras se acercaba a su bolsa. La sintió más suya que nunca.
    
    Leo se levantó, tratando de controlar la erección que le palpitaba en el pantalón del uniforme. Abrió la bolsa de ella con torpeza, olió su perfume floral y encontró las hojas. Se las entregó, evitando tocarle los dedos, aunque deseando lo contrario.
    
    La clase transcurrió lenta, húmeda, cargada de una electricidad que se adhería a la piel. Laura escribía en el pizarrón con tiza blanca, los trazos amplios hacían ondular su blusa entallada y el rebote imperceptible de sus pechos atrapaba miradas en cada movimiento. Su espalda ligeramente arqueada, el cabello recogido en un chongo flojo, dejaba al descubierto el cuello perlado de sudor, provocando suspiros ocultos entre los pupitres. Los alumnos apenas podían concentrarse; cada trazo que ella escribía era seguido por ojos febriles y pensamientos impuros.
    
    Desde la primera fila, los alumnos tenían una vista privilegiada de sus nalgas, delineadas con perfección por los ...
    ... leggins. Cada paso que daba hacia el pizarrón era una danza de carne contenida, de curvas que se alzaban y bajaban con una cadencia obscena. Algunos apretaban las piernas por debajo del pupitre, intentando disimular la erección que les provocaba el vaivén hipnótico de su trasero. Cuando Laura se inclinaba para escribir en la parte baja del pizarrón, el algodón se estiraba hasta marcarle la raja entera, la tanga color vino perdida en el pliegue más profundo. Era imposible no imaginarse enterrado entre esas nalgas, sujetándolas con las dos manos, sintiendo su calor temblar entre los dedos.
    
    —Imagínate tenerla así, boca abajo en el escritorio, con esas nalgas abiertas y la tanga hecha a un lado... —Que te hable con esa voz dulce mientras la tienes de rodillas, tragándotela entera, sin soltar ni una lágrima... —Te juro que si se agacha otro poco y se le marca más, me jalo la verga aquí mismo... —Yo me la cogería con la blusa puesta, nada más bajarle los leggins, y la haría gemir contra el pizarrón... —¿Ya viste cómo le tiembla el culo cuando escribe? Es como si pidiera que se lo partan... —Esa mujer no enseña Historia... enseña cómo volverte adicto a ella.
    
    Laura parecía ignorarlos, pero había una cadencia en su andar, un vaivén en su cadera enfundada en leggins que dejaba dudas. ¿Era inconsciente de lo que provocaba? ¿O jugaba con el fuego a sabiendas? Al sonar el timbre, los alumnos salieron en estampida, con mochilas desordenadas y miradas aturdidas. Todos menos Leo.
    
    —¿Te ...
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