1. El día que me senté en la primera fila


    Fecha: 01/10/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: SraFernanda, Fuente: TodoRelatos

    ... puedes quedar un momentito? —le preguntó Laura mientras cerraba la puerta con seguro.
    
    Leo asintió. El corazón le latía en las sienes.
    
    —Necesito que me ayudes a acomodar estos trabajos. Es que... luego se me acumulan —dijo, con una risa dulce.
    
    Se inclinó sobre el escritorio, de espaldas a él, organizando unas carpetas. El leggin se estiró sobre sus nalgas como una segunda piel, marcando cada pliegue, cada tensión, cada centímetro de carne redonda que parecía vibrar con su respiración. La tela delgada dejaba ver el contorno preciso de la tanga enterrada entre los glúteos, y al inclinarse, la tela se tensó tanto que casi desaparecía entre las dos medias lunas perfectas. Leo tragó saliva, con la verga palpitando contra el cierre del pantalón. Sentía una mezcla de vértigo y hambre. Esa vista era un llamado a pecar, un altar hecho de carne suave y caliente. Sin pensarlo, se acercó más, como hipnotizado. Ella giró la cabeza, lo miró con una mezcla de ternura y algo más oscuro, como si lo hubiera estado esperando desde el primer día.
    
    —¿Estás bien, Leo? —preguntó, aunque su mente estaba en otra parte. Sintió el calor de su mirada pegado a sus nalgas, la forma en que su respiración se aceleraba cuando ella se inclinaba. Le gustaba. La hacía sentir viva, deseada, poderosa. "Qué rico se debe ver así, tan duro por mí... ¿y si se me pega más? ¿Y si lo dejo tocarme un poco?" Su cuerpo ya había dado la respuesta antes de que su boca intentara negarlo. Cada fibra suya ardía de ...
    ... anticipación.?
    
    Él no respondió con palabras. Solo levantó la mano temblorosa y la apoyó en la cadera de ella, acariciándola con los dedos torpes pero hambrientos, subiendo lento por la curva de su cintura. Laura no se apartó. Cerró los ojos y soltó un suspiro apenas audible, pero cargado de deseo contenido.
    
    —Ay, mi niño... —murmuró con una voz suave, maternal, con una sonrisa que se asomaba en la comisura de sus labios—. ¿Qué vamos a hacer contigo?
    
    Leo pegó su cuerpo al de ella, sintiendo la calidez de sus nalgas contra su entrepierna erecta.
    
    —No podía dejar de verte en toda la clase, profe... me tenía loco —susurró él, con voz temblorosa pero decidida.
    
    —¿Ah, sí? ¿Y eso te enseñé yo? ¿A portarte así con tu maestra? —dijo ella, girando un poco el rostro, su tono entre juguetón y protector.
    
    —Es que usted... usted se veía tan rica escribiendo en el pizarrón. No podía más.
    
    —Ay, qué tremendo eres —le respondió ella, casi riendo, con ese tono dulce de madre que regaña pero consiente—. Tocándome así... como si ya fueras un hombrecito.
    
    Leo deslizó una mano por su abdomen, tembloroso, hasta el borde del leggin.
    
    —Lo soy, mi profe... para usted, siempre lo voy a ser.
    
    —Shhh... —dijo Laura, apoyando su cabeza en su hombro, con un suspiro cálido—. Pero primero dime... ¿qué aprendiste hoy del Porfiriato, mi amor?
    
    —Aprendí que hay cosas que duran mucho... y que no siempre son buenas... como lo que me está pasando ahorita en el pantalón.
    
    Laura rió bajito, con ...
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