1. Confesión: el inicio de mi exhibicionismo


    Fecha: 03/10/2025, Categorías: Confesiones Autor: ExpuestaFem, Fuente: TodoRelatos

    ... otra apenas me sostenía en pie. Y sin más, me penetró de golpe, tapándome la boca con una mano para contener mis gritos.
    
    Entró entero. Llenándome. Rompiéndome. Sanándome. Todo a la vez.
    
    Sentía sus gemidos pegados a mi oído, su cuerpo chocando con el mío. La música seguía sonando, pero por encima de todo se escuchaban los jadeos, los golpes de carne con carne, las respiraciones pesadas… de nosotros y de otros. Había más gente allí. También follaban. También se dejaban ir. Y eso me volvió loca.
    
    Se inclinó, lamió mis tetas sobre la blusa. Los adhesivos en forma de cruz ya no estaban. Se habían despegado con el sudor. Mis pezones duros rozaban la tela mojada, y él los atrapaba con la lengua y los dientes.
    
    Quería desnudarme. Gritar. Abrirme más. Ofrecerle mi boca, mi coño, mi ano, todo.
    
    Él me besaba con hambre, me comía la boca entre gemidos y jadeos. Me agarraba la cara con fuerza, me daba toques en las mejillas como si me estuviera cacheteando suave, y yo solo podía gemir más. Más caliente. Más sumisa. Más sucia.
    
    Me voló la mente.
    
    Yo lo quería todo. Y él… él lo supo. Lo vio en mis ojos. Una sonrisa torva, perversa, se dibujó en sus labios. Me volvió a girar. Me apoyó con la cara contra la pared y la espalda arqueada. Subió la falda a la cintura. Mi culo quedó al aire, ofrecido, sin pudor.
    
    Me folló más fuerte. Más profundo. Cada embestida retumbaba en mi pecho. Mis pechos rebotaban entre sus manos. Me halaba el cabello hacia atrás mientras su pecho ...
    ... sudado se pegaba a mi espalda.
    
    —Así te gusta, ¿no? —me susurró—. Así, duro. Como la putita que eres.
    
    —Sí… —jadeé sin poder contenerme—. Dios… qué rico… no pares… dame duro… síííí…
    
    Me apretaba el cuello con una mano mientras me follaba con la otra sujetándome de la cadera. Yo me dejaba hacer, gemía como una perra. El sonido de nuestros cuerpos chocando se mezclaba con mis súplicas. Sentía que me iba a desmayar de placer.
    
    —Me corro… me corro —dije con un grito ahogado.
    
    Y me corrí. Con las paredes de mi coño apretando su verga con fuerza, mi espalda temblando, el alma fuera del cuerpo.
    
    Él aguantó unos segundos más. Luego se salió, se quitó el condón, y sin pensarlo, me tiró su leche caliente entre las nalgas, resbalando por mi piel mojada.
    
    Me quedé pegada a la pared, respirando como si saliera de una batalla. Temblorosa. Extasiada.
    
    Me fui al baño. Me limpié como pude. Me arreglé el maquillaje frente al espejo. El cabello alborotado, los pezones al aire bajo el top transparente, sin bragas, con las piernas aún temblando.
    
    No pedí taxi. Quise caminar.
    
    Eran ocho cuadras hasta mi apartamento. Ocho cuadras de libertad. De sentirse llena. De andar por la ciudad recién follada, con los senos al aire, la falda pegada al coño aún húmedo, la piel oliendo a sexo.
    
    No me cubrí. No me apuré.
    
    Disfruté cada paso.
    
    Y lo supe:
    
    Esto era solo el comienzo.
    
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    ✍️ Comentario de la autora: Esta historia no es un simple relato. Es una confesión.
    
    Todo ocurrió ...
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