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Una madrastra insaciable (17)
Fecha: 14/10/2025, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos
... como si las dijera para que, cuando recuerde esto, también recuerde mi resistencia, mis advertencias—. Chicos, no podemos seguir haciendo esto. Por favor… No hay respuesta, como siempre. Mis palabras se las lleva el viento. No les importa a nadie, ni siquiera a mí. Sus manos están en todas partes. Por momentos ni siquiera distingo quién toca qué cosa. Es que no importa. Se apoderan de mi cuerpo como si les perteneciera. Soy toda suya. Una muñeca con la que los dos hermanitos pueden jugar a su antojo. Me besan el cuello, los labios, me muerden las orejas. Empiezo a gemir. Escucho que Matías dice algo sobre que ya estoy lista, y siento cómo cierra sus dientes en mi pezón, arrugando mi vestido. Estoy más expuesta que nunca: en el patio de la casa. Las paredes son altas, pero eso no quita que podamos ser descubiertos. Pero eso no les importa a ninguno. Supongo que a ellos les da una cuota de morbo más. A mí no me excita más de lo que me excitaría si estuviéramos en cualquier otra parte de la casa. Simplemente estoy entregada, con la suerte echada. Sabiendo que con esto sello la destrucción de mi matrimonio. Aunque no es que piense en Ricardo en este momento. Solo me aparecen flashes en la mente. ¿Hay peor manera de traicionar que hacerlo con sus propios hijos, cuando tu hombre está en privado de la libertad? La humedad en el ambiente es la misma que tengo en el cuerpo. Mis piernas tiemblan, pero no de frío. Mis uñas se clavan en la espalda de Matías. Mi cabeza cae ...
... hacia atrás, apoyándose en el hombro de Julián. Todo se vuelve confuso. No hay arriba ni abajo. No hay culpa ni esperanza. Solo el instante. El ahora. Es Julián el que transforma ese franeleo en algo más. Baja mi tanga. Yo me doy cuenta de eso recién cuando ya la tengo a la altura de la rodilla. Entonces siento un dedo perderse en mi culo. Se mete por completo, sin pedir permiso. —Pero hoy no me metas la pija, por favor —le digo, suplicante—. Todavía me duele. —No te preocupes. No voy a lastimarte —dice, y me da un beso en la boca. —¿Entonces cómo lo hacemos? —pregunta Matías. Sé que no me lo dice a mí, pero en este punto ya ni me afecta. —¿Cómo querés hacerlo? —me pregunta Julián, susurrándome al oído. Eso me toma por sorpresa. Me gusta, pero también me da miedo. Porque responderle implica aceptar que ya no soy una mera sumisa, sometida por ellos dos, sino que tengo una parte activa en todo esto. Sin embargo, comprendo que no tiene sentido seguir fingiendo que no quiero que me cojan ahora mismo. —Quiero que lo hagan de a uno —les digo—. Me pongo contra la pared, y me la dan por atrás. Así lo hago. Camino un poco más, hasta quedar cerca de la pileta. Me apoyo sobre la medianera más baja. Separo las piernas. Entonces empieza a llover. Mi vestido se moja y se adhiere más a mi cuerpo. —¿Querés entrar? —me pregunta Julián. —No. Quiero hacerlo así. Y lo hacemos. Los chicos me embisten contra la pared. Mis gemidos se consumen en los truenos. ...